La vida puede ser sencillamente cruel. A lo largo de su vida José se deslizó entre lo hermoso y lo grotesco, entre lo sublime del amor y la rudeza de la destrucción. Al final del camino, sin embargo, queda lo vivido y la entereza de una piel curtida. Vivir es la consigna, a pesar y después de todo. “Vamos a imaginar que nos tomamos un café treinta años después”, monólogo escrito por Jose Luis Pérez y Julio Bouley lleva al espectador por este transitar basado en hechos reales.
Como inicio a su programación del 2010, la Sala de Conciertos de UNEARTES fue el escenario que desde el 13 al 17 albergó una mini temporada de esta pieza producida por la gente de Círculo Vertical, agrupación mitad parisina-mitad caraqueña, que desde su fundación en el 2004 ha venido desarrollando una línea de trabajo que apunta a indagar en el teatro contemporáneo universal y en los clásicos desde una visión actual, y a impulsar la dramaturgia venezolana.
“Vamos a imaginar que nos tomamos un café treinta años después” dirigida e interpretada por Bouley, es un viaje autobiográfico por el devenir del personaje de José, estructurado escénicamente en siete tiempos o fragmentos. En cada uno de ellos el espectador comparte con el protagonista su historia vital:su condición homosexual, el descubrimiento del amor, sus crisis económicas y afectivas, todos estos hilos que se van tejiendo hasta la aparición de enfermedades mentales y de transmisión sexual que vendrán a determinar de manera tajante su resolución final.
Una puesta en escena desparpajada, de carácter intimista, que logra un acertado equilibrio entre el humor y el drama, permite al espectador establecer un puente afectivo con José, haciéndolo doliente de sus penas y compañero de sus alegrías. Completa la redondez de la propuesta una selección musical de clásicos del jazz y el pop, ejecutados en escena por el pianista Fernando Roa, que a modo de soundtrack y enlazados con las situaciones de la pieza acompañan y fortalecen la narración.
Y he aquí que tanto la obra de la que hablamos la semana pasada, “Al natural”, como esta de hoy, ambas muy distantes en planteamiento y concepción, tienen una característica muy particular en común: los actores interpretan sus personajes completamente desnudos.
No sé si tomarlo como una especie de señal cósmica, pero ¡vaya qué es curioso para mí haber empezado el año en pelotas!
Columna publicada el 19/01/2010 en el diario "El Nuevo País"
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