jueves, 28 de junio de 2012

Las Bejarano


En la convulsa Capitanía General de Venezuela los temblores de la independencia dejaban sentir sus réplicas, cada vez más fuertes, cada vez más seguido. Ya el 19 de abril y la célebre escena del balcón del Cabildo con Vicente Emparan y el Padre Madariaga de protagonistas había estallado. El 05 de julio, con el decreto final de independencia había dejado en firme sentencia nuestra separación de la corona española. Pero desde mucho antes, entre los gritos de libertad y vivas a la república que tronaban en plazas y calles, se colaba la voz de los vendedores ambulantes anunciando el postre del momento ¡La Bejarana, va la torta Bejarana! 

En la Caracas de entonces, esta torta era tan famosa que se decía que la ciudad estaba dividida entre los que la habían probado y los que no. Las reposteras: tres hermanas pardas, Mercedes, Eduviges y Belén Bejarano, quienes a la par de la lucha independentista, labraron su propia revolución, no sólo en el paladar criollo, sino en una sociedad signada por la fuerte división social.

El éxito de sus postres les había brindado una muy cómoda posición económica, hasta el punto de que pudieron “comprar” su condición de blancas al hacerse de una de las cédulas reales “Gracias al sacar”, que por mil quinientos pesos permitía a los pardos adquirir la condición, y por ende, los derechos de blancos. Las hermanas, lucían sin empachos, ante la sociedad que no paraba de cuchichear, su estatus, y hasta llegaron a llevar el “manto”, exclusivo de las mujeres de alta sociedad. Sus andanzas nutrieron nuestra historia y literatura llegando a ser inmortalizadas en géneros como la ópera “Las Bejarano” de Luis Morales Bance, o en el cuento de Antonio Arráiz “No son blancas las Bejarano”, texto del que se valió el director de Kabré Teatro, Wilfredo Tortoza, para su montaje “Las Bejarano, un sainete republicano con sabor a torta de plátano”, que celebra una nueva temporada esta vez en el Teatro Municipal.

La propuesta muestra a las tres hermanas, encarnadas por los actores -Eduardo Montero, Jean Manuel Pérez y Abilio Torres- en plena faena de elaboración de la afamada torta, y que  a la sazón del cotilleo relatan los sucesos del 05 de julio, brindando además, una referencia de la sociedad caraqueña de entonces. La recién nacida república aunque libre del yugo monárquico, aún arrastraba una larga cola de discriminaciones sociales.

Relatan las morenas, entre harina y melaza, sus esfuerzos para  elevarse legalmente a la “blancura”, la comezón encarnecida  de las mantuanas escandalizadas, la creciente oferta de pretendientes producto de su “gracia desbordante, del donaire, del gentil garbo del que hacían derroche las requete-monísimas morenas... La cintura, un anillo; la boca, un botón; el busto, la victoria de Pavía”. Con el humor como principal herramienta, en un tono altamente burlesco, el montaje desarrollado en una escenografía que recrea una cocina colonial,  expone un diálogo que viene y va, a medio camino entre receta culinaria y relato histórico con timbre de chisme, entre movimientos escénicos cruzados y una persistente frontalidad. ¡A probar la melcocha!

Columna publicada el 10-04-2012 en el diario El Nuevo País

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