“Silva a la agricultura de la zona tórrida” (1826) es probablemente el escrito más celebrado de Andrés Bello, figura imprescindible en la historia de las letras hispanoaméricanas. Este poema, que formaría parte de una gran obra nunca concluida que titulada “América” condensaría un extenso homenaje del autor al continente que lo vio nacer, impregnado de sus vivencias y lecturas; tomaría para sí el arrojo de cantarle a la fertilidad del trópico, a elogiar la vida del campo en estas tierras americanas.
Fiel a su firme raigambre de estilo clásico -que luego de su estadía en Londres se deslizaría hacia el Romanticismo- Bello impregna su poema de un contenido didáctico, propio de Virgilio y Horacio, sus principales referencias, y se pasea por la tierra, la semilla, la lluvia, para hacer buena y deleitante la descripción del ambiente en el Nuevo Mundo.
Ese Bello que pisa fuerte con su métrica, que ensalza al hombre agreste, esas líneas de las que brotan versos tan fértiles como la tierra que los inspira es el pretexto para que la música, el teatro y la danza se fundan en “Fecunda Zona”, espectáculo de la Compañía Nacional de Teatro que dirigido por el coreógrafo Rafael Nieves, y luego de su estreno en 2011, volvió este pasado fin de semana para tres funciones, esta vez al suelo del Teatro Nacional, como un homenaje, como un acercamiento a la poética del más grande de nuestros literatos.
La puesta en escena planteada por Nieves propone traducir al lenguaje de la danza y el movimiento, el espíritu del poema “Silva a la agricultura de la zona tórrida” mostrando en cuerpo y arte, a ser descrifrado por el espectador, los temas que a lo largo de siete partes florecen en este canto natural que intercala en su descripción de la naturaleza episodios históricos de la gesta independentista.
La voz de Bello se deja escuchar en la declamación de William Escalante, actor que libro en mano va regando los heptasílabos y endecasílabos en un escenario vacío que al fondo, en una sobretarima, presenta un cuarteto de músicos. Las notas de distintos géneros musicales venezolanos dan pie a la aparición y desaparición de los bailarines Hilse León, Isabel Story, Saim-ra Rada, Luis Villasmil y el propio Nieves. Así, se sucedían cuadros de declamación, música y danza, ya predecibles avanzado el espectáculo.
Para resaltar, el momento recio de los caballos (resueltos con muñecos a lo “Burriquita”) y más adelante el flirteo de los llaneros y las mozas escoba en mano. Ambos momentos de gran pujanza y belleza.
Se promete que la programación en el Teatro Nacional será permanente. ¡Hacemos votos, hacemos votos!
Columna publicada el 31/01/2012 en el diario "El Nuevo País"