Realidad y
ficción se entrelazan en una puesta que resalta la enajenación a la que conduce
el poder.
Un simple vendedor de
manteca, un hombre que “físicamente,
es un derrotado. Corbata torcida, camisa rojiza, expresión de perro que busca
simpatía”, es víctima de una broma que termina en tragedia. Saverio es su
nombre, y a través de ese personaje el dramaturgo argentino Roberto Arlt (1900-1942) reflexiona sobre la falsedad de
las relaciones humanas, lo vacuo de sus ilusiones, y lo inescrupulosa que
resulta nuestra especie en su ambición de poder. “Saverio,
el cruel”, estrenada en 1936, cuenta cómo un grupo de jóvenes de clase alta,
con el objeto de divertirse, le hacen una jugarreta al pusilánime mantequero:
Susana se hace pasar por loca, creyéndose una reina destronada por un inicuo
Coronel. Para curarla, un falso doctor -rol asumido por un primo de Susana-
propone recrear el mundo ficticio de la orate y convencen a Saverio para que
asuma el papel del militar golpista. A la larga, la farsa desata demonios
difíciles de contener. El vendedor se toma muy a pecho su papel de tirano, y de
una nada deseable caja de pandora se escapan terribles conclusiones que
flirtean con la locura.
Esta pieza, emparentada
con el esperpento, fue la elegida por la recién nacida agrupación Deus Ex
Machina como su primer montaje, y si se quiere, como manifiesto de sus
preocupaciones artísticas y ciudadanas. Su apuesta, es por un teatro de
contenido, textos alejados de la tan ahora abundante estulticia. Realidad y
ficción se entrelazan en una puesta que resalta la enajenación a la que conduce
el poder, y que entre la farsa y el drama, el humor y la tragedia; propone una
reflexión social y política que resulta vigente ex profeso. Y no sólo expone la
recurrente figura del absolutista latinoamericano, sino que también evidencia
la responsabilidad de las élites que por beneficio propio lo sentaron en el
trono. Una vez que se le suelta la cadena, no se puede controlar al perro
rabioso.
La representación de Saverio, en piel y voz de
Elvis Chaveinte, resulta clara y contundente. El actor toma el personaje y en
su transformación gradual lo entrega digerido, con aristas bien delineadas y
una organicidad que mantiene la atención. Rossana Hernández, Abilio Torres, Abel
García, Jenifer Urriola, Sahara Álvarez, Idanis Infante y Maria Fernanda
Esparza, completan el comprometido elenco conducidos por Gabriel Agüero, que hace
su debut como director. Luego de su temporada de
estreno el pasado mes de julio en la Caja de Fósforos, la propuesta realiza una
segunda temporada en el Teatro Luis Peraza hasta el próximo 02 de diciembre. “¡Se
toma el poder por quince días y se queda
uno veinte años”!
Columna publicada el 26/11/2013 en el diario El Nuevo País.
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