Luego del fin de la II Guerra Mundial, un mundo convulsionado se vio en la necesidad de buscar caminos para su reconstrucción física y moral. En ese marco, los hombres y mujeres del teatro veían en su arte una vía para la solidaridad y la comprensión. Es así como de la mano de la UNESCO nace el Instituto Internacional de Teatro (ITI) con sede en París en 1948, como un organismo capaz de unir lazos entre los hombres de teatro de todas partes del mundo. Luego, en 1961 durante su noveno congreso un delegado de Finlandia propone al ITI la creación del Día Mundial del Teatro y se escoge el 27 de marzo como tal, debido a que la fecha coincidía con la inauguración del “Festival de Teatro de las Naciones ITI-UNESCO” en el que se daban cita grupos de todos los países. Desde entonces, alrededor del orbe agrupaciones profesionales y amateurs, entes públicos y privados, dramaturgos, actores, directores, productores, diseñadores, técnicos; todos, todos los que hacen vida inspirados por Melpómene (musa de la Tragedia) y Thalía (musa de la Comedia) se unen en una gigantesca fiesta escénica para reivindicar el papel fundamental que dentro de las sociedades juega el teatro desde hace miles y miles de años.
Con ese motivo, en cada conmemoración recae sobre alguna personalidad del mundo teatral internacional el privilegio de redactar un mensaje o manifiesto, que será leído y escuchado ese día y antes de cada función por todo teatrero que se precie alrededor del mundo. Esa es la gran torta sin velitas de la que todos los hombres y mujeres, hijos de Baco, compartimos un pedazo, y en esta ocasión a la actriz británica Judi Dench le tocó el privilegio de hornearla. (Si el nombre no le suena, seguro la identificará como “M”, la jefa canosa y temperamental en las películas de James Bond desde Golden Eye hasta acá.) La ganadora del Oscar, del Tony, del BAFTA y del Globo de Oro –humildemente- enfatizó en el mensaje de este año el carácter unificador que el teatro tiene para las culturas, y recalcó asimismo su habilidad para entretener, educar e informar. “El teatro – escribe Dench- tiene la habilidad de hacernos sonreír, de hacernos reír, pero también tendría que hacernos pensar y reflexionar”.
“Tendría”, dice, y allí -digo yo- la utilización del verbo no puede ser más definitiva. El teatro, el verdadero teatro, “tiene” que ser un vehículo para la reflexión. Y no importa si ese vehículo se desplaza sobre risas o lagrimones, sobre profundas disquisiciones filosóficas o simple verborrea satírica; lo esencial es que el arte escénico no pierda espacios ante la evasión y la ramplonería.
¡Feliz Día Mundial del Teatro!
Columna publicada el 30/03/2010 en el diario "El Nuevo País"
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