La
décimo octava pieza teatral de Chalbaud transcurre en una Nueva York gélida que
contrasta con la calentura que rezuma de los poros de los asilados.
A
un asilo de ancianos neoyorkino llega el venezolano Andy Ramirez, y con su
arribo desentraña lo que las paredes silencian. “Bingo” es el nombre de la más
reciente obra del Román Chalbaud y que bajo la dirección de Costa Palamides, en
una co-producción de Teatro del Duende y el Centro Nacional de Teatro, tuvo su estreno mundial en el recién
finalizado III Festival de Teatro de Caracas. Ahora, en la sala 1 del CELARG,
ofrece su primera temporada hasta el próximo 25 de mayo para disfrute de la tercera, segunda, primera y cualquier edad.
Treinta
años tardaron estos personajes en llegar a la vida. A principios de los 80,
Chalbaud se va a vivir a la Gran Manzana y en
su periplo conoce a un argentino regente de un asilo para ancianos. Éste le
contaba al atento dramaturgo cómo entre los residentes se armaban escarceos
amorosos detrás de cortinas. Al mismo tiempo, Román conoció a un venezolano
amante de la ópera que lo llevó a conocer el Metropolitan Opera House. Uniendo
ambas realidades, urdió una ficción que llegó hasta la página 15, y se engavetó
caprichosa. Tuvieron que pasar tres décadas para que los personajes se
decidieran a hablarle. En 2011, revisando viejos manuscritos descubre el
borrador amarillento y en sólo quince días la trama estaba finalizada. Así son
los personajes, aun más ininteligibles que los autores.
La
décimo octava pieza teatral de Chalbaud transcurre en una Nueva York gélida que
contrasta con la calentura que rezuma de los poros de los asilados. Una
escenografía de elementos cúbicos y paredes de tul blanco evoca la sensación de
encierro pero también trasluce las emociones, el recuerdo, las sensaciones, las
aventuras sexuales puertas adentro. La vejez se niega a desprenderse de sus
pulsiones de vida, aunque las de muerte estén mucho más cercanas, tan cercanas
cómo el cadáver que reposa en una de las habitaciones sin que ningún allegado venga a reclamarlo, ni los de la morgue a
buscarlo.
Andy
(Ludwig Pineda) llega a este asilo para convertirse en el cantador del bingo-
su pasado operático le da las credenciales para el puesto- y allí conocerá a
Patty (Francis Rueda) una femme fatale de más de setenta años; a la Sra.
Dusseldorf (Aura Rivas) quién desde su silla de ruedas puja por refocilarse; al
administrador gerontofílico del asilo (Vito Lonardo); y a una enfermera
güapachosa (Gladys Prince); personajes todos que a buen resguardo en las
probadas interpretaciones del elenco, brindan una comedia luctuosa que rinde homenaje a la
vida.
Columna publicada el 14/05/2014 en el diario El Nuevo País
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