jueves, 7 de noviembre de 2013

"La Piel en Llamas"

 
Y allí, en la misma habitación, estos cuatro personajes destejen una trama de, engaños, manipulación e intereses creados.
 
En una habitación de hotel patinada por el tiempo y la decadencia, cuatro vidas se abren para mostrar la miseria incontenible de la ambición humana, la perversión del poder y la enfermiza relación entre el dominante y el desvalido. “La piel en llamas”, original del catalán Guillem Clua, se estrena en el país bajo la dirección general de Vladimir Vera, ahora al frente de la dirección artística del grupo Rajatabla.
 
La obra, acreedora del premio Serra d'Or de la Crítica de Barcelona como mejor texto (2005) es una visión dura, un cuestionamiento sin cortapisas acerca de la orfandad moral en un mundo en el que la línea que separa a verdugos y victimarios es muy difusa. La fotografía de una niña volando por los aires, con la espalda llameante luego de la explosión de una bomba, le valió a Salomon –corresponsal de guerra- el reconocimiento mundial. Veinte años después, regresa a ese país, tercermundista y atemporal, para recibir un premio de un millón de dólares. Su foto se convirtió en un símbolo para Occidente. Hannah es la periodista encargada de entrevistar al fotógrafo, y en sus preguntas repta velada, una intención de venganza y redención. Brown es un funcionario de Naciones Unidas que intercambia con Ida (una malograda madre prostituta cuya hija está en coma), ayuda humanitaria por favores sexuales. Y allí, en la misma habitación, estos cuatro personajes destejen una trama de engaños, manipulación e intereses creados.
 
Vera en su puesta en escena, yuxtapone en tiempo y espacio ambas parejas y sus situaciones. Decide, como es usual en sus escogencias, no restar un ápice a la crudeza del discurso y presentar al espectador un juego de imágenes descarnadas, teniendo como motivación primigenia la reflexión a partir de la bofetada, de la agitación de las emociones. Las huellas de la guerra, la manipulación política, la avaricia, la culpa, la mentira, la perversión, la bajeza humana; entran y salen de esa habitación con desparpajo y atizan. La dureza de la pieza supone un reto nada deleznable para los intérpretes. José Dominguez (Salomón) entiende la múltiple dimensión de su personaje, pero aún no logra sobrepasar una muestra de técnica. Fedora Freites (Hannah) se asume con propiedad en el escenario, y compone un personaje cuya organicidad se asoma, sin todavía aflorar. El paso de las funciones predice, sin duda, el cuajado de ambos personajes. Tatiana Mabo (Ida), responde a la densidad de su tragedia y conecta; Jean F. de Marchi (Brown) logra una interpretación eficaz y mueve a la repulsión indicada. La temporada se extenderá hasta el 13 de octubre. ¡A ver si se atreve a sentir este ardor en la piel!
 
Columna publicada el 24/09/2013 en el diario El Nuevo País

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