martes, 6 de agosto de 2013

"El Hijo de Cantaura"

 
La obra, estrenada el 04 de julio y cuya temporada en la Sala Rajatabla se extendió hasta el pasado domingo 14; propone en un espacio vacío el encuentro de dos generaciones, y en ese salto temporal pretende indagar en el alma de personajes marcados por el dolor y el recuerdo.
 
 
El 04 de octubre de 1982 una operación militar acabó con la vida de 23 guerrilleros del Frente Américo Silva, perteneciente al partido Bandera Roja. En aquellos pretéritos momentos políticos, la inquieta izquierda venezolana todavía enarbolaba las banderas de la insurrección armada como vía expedita al poder. Bombas y metralla llovieron sobre el campamento rebelde en la espesura del monte anzoatiguense, y los que sobrevivieron al ataque, fueron luego acribillados o rematados a sangre fría según el testimonio de algunos de los pocos que se salvaron. El suceso pasaría a conocerse en nuestros libros como la “Masacre de Cantaura”, y quedaría en el recuerdo colectivo como impronta de una democracia enferma, vergüenza de un poder abusivo.
 
“El Hijo de Cantaura, asunto de Seguridad Nacional” escrita y dirigida por Yusbely Añez, recurre a ese momento de la historia y lo ficciona en un texto de espíritu redentor, que busca expiar las culpas, pero que al mismo tiempo, muestra esa violencia que no nos abandona, que prevalece generacionalmente, que se traspasa como un pesado fardo, y que pareciera ya grabada en los genes criollos. La obra, estrenada el 04 de julio y cuya temporada en la Sala Rajatabla se extendió hasta el pasado domingo 14; propone en un espacio vacío el encuentro de dos generaciones, y en ese salto temporal pretende indagar en el alma de personajes marcados por el dolor y el recuerdo.
 
Marx es el hijo de uno de los fallecidos en la masacre y en la Venezuela actual sobrevive como chofer de una familia rica, pero, afín al comportamiento típico, intenta resolver su vida sacándole provecho a las dádivas gubernamentales. Su practicidad –muy cercana a la falta de ética- contrasta con la valentía de su papá, Jesús, quién treinta años atrás, metralleta en ristre, enfrentaba al mundo con la coraza de sus ideales, que seían aplastados por la bota militar en la fatídica noche de la ofensiva. Escenas de los días previos a la masacre, se intercalan con un presente de madres que todavía lloran a los hijos perdidos. Añez propone para las acciones un escenario totalmente desocupado. Solo intervienen como utilería recurrente unas ollas maltrechas, vacías, acaso en una acertada alegoría de país. Sin embargo el código propuesto, pertinente en su concepción, se diluye en la debilidad de una puesta en escena que no logra superar la barrera del interés.
 
Diego León, Diego Mora, Arismart Marichales, Tiziana Carascón, José Gregorio Franquiz, y Keyla Gelvez integran un elenco todavía arraigado a la brega estudiantil, y que en general muestra interpretaciones sesgadas y atonales. El sueño está concretado, ¡ahora a darle justa forma!
 
Columna publicada el 16/07/2013 en el diario El Nuevo País

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