En
la convulsa Capitanía General de Venezuela los temblores de la independencia
dejaban sentir sus réplicas, cada vez más fuertes, cada vez más seguido. Ya el
19 de abril y la célebre escena del balcón del Cabildo con Vicente Emparan y el
Padre Madariaga de protagonistas había estallado. El 05 de julio, con el
decreto final de independencia había dejado en firme sentencia nuestra
separación de la corona española. Pero desde mucho antes, entre los gritos de
libertad y vivas a la república que tronaban en plazas y calles, se colaba la
voz de los vendedores ambulantes anunciando el postre del momento ¡La Bejarana,
va la torta Bejarana!
En la Caracas de entonces, esta torta era tan famosa que
se decía que la ciudad estaba dividida entre los que la habían probado y los
que no. Las reposteras: tres hermanas pardas, Mercedes, Eduviges y Belén
Bejarano, quienes a la par de la lucha independentista, labraron su propia
revolución, no sólo en el paladar criollo, sino en una sociedad signada por la
fuerte división social.
El
éxito de sus postres les había brindado una muy cómoda posición económica,
hasta el punto de que pudieron “comprar” su condición de blancas al hacerse de
una de las cédulas reales “Gracias al sacar”, que por mil quinientos pesos
permitía a los pardos adquirir la condición, y por ende, los derechos de
blancos. Las hermanas, lucían sin empachos, ante la sociedad que no paraba de
cuchichear, su estatus, y hasta llegaron a llevar el “manto”, exclusivo de las
mujeres de alta sociedad. Sus andanzas nutrieron nuestra historia y literatura
llegando a ser inmortalizadas en géneros como la ópera “Las Bejarano” de Luis
Morales Bance, o en el
cuento de Antonio Arráiz “No son blancas las Bejarano”, texto del que se valió
el director de Kabré Teatro, Wilfredo Tortoza, para su montaje “Las Bejarano,
un sainete republicano con sabor a torta de plátano”, que celebra una
nueva temporada esta vez en el Teatro Municipal.
La
propuesta muestra a las tres hermanas, encarnadas por los actores -Eduardo
Montero, Jean Manuel Pérez y Abilio Torres- en plena faena de elaboración de la
afamada torta, y que a la sazón del
cotilleo relatan los sucesos del 05 de julio, brindando además, una referencia
de la sociedad caraqueña de entonces. La recién nacida república aunque libre
del yugo monárquico, aún arrastraba una larga cola de discriminaciones
sociales.
Relatan
las morenas, entre harina y melaza, sus esfuerzos para elevarse legalmente a la “blancura”, la
comezón encarnecida de las mantuanas
escandalizadas, la creciente oferta de pretendientes producto de su “gracia
desbordante, del donaire, del gentil garbo del que hacían derroche las
requete-monísimas morenas... La cintura, un anillo; la boca, un botón; el
busto, la victoria de Pavía”. Con el humor como principal herramienta, en un
tono altamente burlesco, el montaje desarrollado en una escenografía que recrea
una cocina colonial, expone un diálogo
que viene y va, a medio camino entre receta culinaria y relato histórico con
timbre de chisme, entre movimientos escénicos cruzados y una persistente
frontalidad. ¡A probar la melcocha!
Columna publicada el 10-04-2012 en el diario El Nuevo País
buenisimo
ResponderEliminarbuenisimo
ResponderEliminarEstá anécdota se parece a la declaración del TSJ sobre la nacionalidad venezolana de Maduro.
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