jueves, 2 de febrero de 2012

Gilberto Pinto


Luego de la obligada pausa festiva, retomamos nuestras líneas para seguir, tal como lo expusiéramos en entregas anteriores, brindando un breve pero merecidísimo homenaje a algunos de los teatreros que durante el 2011 abandonaron estos escenarios terrenales, para seguir deslumbrando con sus artes en otros planos en los que la carne y los huesos no son ya prisión.

Gilberto Pinto, nos dejó tras una feroz y firme batalla en contra de la enfermedad el 07 de diciembre pasado. "La vagancia me llevó a la escena”, dijo alguna vez refiriéndose a cómo fueron sus inicios . Hojeando un ejemplar de El Nacional abandonado en una mesa de billar, descubrió unos cursos de capacitación teatral dictado nada menos que por el maestro mexicano Jesús Gómez Obregón. La curiosidad y lo desocupado le llevó a asomarse por aquellos lares, sin tener ningún interés real por el teatro, pero lo que vio le gustó, y el gustico le duró por el resto de su vida. Con una carrera de más de sesenta fructíferos años como docente, dramaturgo y director, Pinto despuntó en nuestros escenarios con una temática siempre comprometida con lo social, con la crítica frontal y sin concesiones. Nunca creyó en el teatro de evasión. Su agrupación “Teatro del Duende” arrancó en los años 50 con una firme posición contestataria y antidictatorial. Con esa visión de un teatro para la toma de conciencia, concibió piezas fundamentales como “El hombre de la rata”, “La noche moribunda”, “El peligroso encanto de la ociosidad”,  “Los Fantasmas de Tulemón”, “La guerrita de Rosendo”, “La visita de los generales” entre tantas otras. Los ensayos  "Reflexiones sobre la condición y la preparación del actor", "Gómez Obregón y su época", "El texto teatral, notas y contranotas para jóvenes dramaturgos", dan cuenta también de sus tesis y posiciones sobre el arte teatral. Como pedagogo vertió sus conocimientos en las aulas de los más importantes centros de educación escénica del país. El cine, la radio y la televisión también contaron con su labor de actor y director. En 1999, obtuvo el Premio Nacional de Teatro, uno de los tantísimos reconocimientos que realzaron su trayectoria.

De sus 82 años de vida consagró la mayor parte a sus dos grandes pasiones: el teatro y su esposa, la actriz Francis Rueda, quién ha mantenido su voz activa en las redes sociales publicando en los últimos tiempos los pensamientos de auténtico revolucionario de Pinto quién no cedió nunca en su espíritu crítico  y cuestionador: "¿Cómo que no vamos a estar metidos en la política si el teatro es política? Cuando tú montas una obra comercial, insulsa, estás haciendo política, te estás poniendo de acuerdo con la idea de que este país está bien y no hay más nada que hacer"

¡Bravo por siempre, Maestro Pinto!

Columna publicada el 03/01/2012 en el diario "El Nuevo País"

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