miércoles, 29 de mayo de 2013

"El hombre más aburrido del mundo"

 
Con una dosificada mezcla de evocación, realidad, ficción y humor, el texto remite al poder inextinguible de la imaginación como el arma más poderosa posible.
 
Que el teatro salvó el mundo, puede decirse, casi que literalmente. Cuando parte del planeta sufría los embates de la megalomanía hitleriana, las fuerzas aliadas al mando del Gral. Eisenhower pusieron en marcha la invasión más grande conocida en la historia militar, con el objetivo de recuperar Europa. Pero el éxito de la Operación Overlord, más allá de las tropas y los pertrechos, dependía también del engaño. Y aquí, Joan Pujol García, jugó un papel decisivo. Como doble agente suministró información falsa a los alemanes, éstos movieron sus tropas, y al desembarco aliado en Normandía lo recibió una defensa nazi debilitada. Fue el inicio del fin de la II Guerra Mundial. Pues, ese espía, catalán de nacimiento, al que mundo le debe un infinito agradecimiento, es “El Hombre más aburrido del mundo” a decir de la más reciente obra del venezolano Gustavo Ott, cuyo estreno el pasado 15 de marzo, abrió cohetes a la celebración de los veinte años del Teatro San Martín de Caracas.
 
La pieza, como ya nos tiene acostumbrado el dramaturgo, se basa en una historia real y tan cercana a nosotros que muy probablemente no la conocemos. Y es que García, luego de la victoria aliada, le hizo creer al mundo que había muerto en África, pero se refugió en Venezuela hasta su muerte en el poblado costero de Choroní en 1988. El texto de Ott, recrea las situaciones vividas por el catalán, un apasionado del teatro, enfatizando el maravilloso despliegue de inventiva que lo llevó a crear personajes e historias falsas tan verosímiles que le valieron el reconocimiento de los altos mandos militares. Con una dosificada mezcla de evocación, realidad, ficción y humor, el texto remite al poder inextinguible de la imaginación como el arma más poderosa posible, anotando además, referencias a momentos y nombres imprescindibles del teatro venezolano.
 
La puesta en escena de Luis Domingo González, escoge el tono distendido de la farsa, imprime dinamismo, y la obra -apoyada con proyecciones audiovisuales- transcurre acertadamente; si bien los elementos estéticos lucen desprolijos. José Gregorio Martínez, en el papel protagónico, logra equilibrio en el vaivén viejo-joven al que lo somete el texto, y ofrece una interpretación lúcida. Jennifer Morales, reposa su accionar en una gestualidad ampulosa y poco creativa, que se repite en los dos papeles que representa, sin lograr diferenciación. El resto del elenco, Héctor Caro, David Villegas y Leonardo Gibbs; cumplen con sus múltiples roles. Una pieza que recuerda además, la indiscutible necesidad de formar a un público teatral, pues ¡nunca se sabe cuándo se le necesitará!
 
Columna publicada el 09/04/2013 en el diario El Nuevo País

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