viernes, 20 de septiembre de 2013

"Jazmines en el Lídice"

La obra, es un acercamiento a lo más profundo de ese dolor incrustado, una aproximación desgarradoramente humana y vital.
 
Más de veinte mil asesinatos por año evidencia que la violencia es un polizón al que se le ha hecho cómodo instalarse. Se ha vuelto tan familiar ese bizarro matrimonio entre la carne y el asfalto. Nuestras pieles rezuman pólvora, la angustia cede a la costumbre, y el dolor se instaura, silencioso, apenas sostenido por la esperanza. Esa inevitable realidad consigue en la dramaturgia de Karin Valecillos un derrotero catártico y estremecedor. “Jazmines en el Lídice” es una pieza simplemente inevitable. El texto, recientemente ganador del I Premio de Dramaturgia Isaac Chocrón, cumple su temporada de estreno en la sala Espacio Plural del Trasnocho hasta el próximo 29 de septiembre, bajo la égida de Tumbarrancho Teatro y la dirección de Jesús Carreño.
La historia es un eco condensado que nace como homenaje a las 54 madres de la Fundación Esperanza Venezuela, madres cuyos hijos han sucumbido ante los ensordecedores gramos de una bala, y que buscan, en su reunión, alzar un clamor por la paz. Es la historia de Meche, Yoli, Anabel, Dayana, Aída y Sandra, seis mujeres -que son millones- vinculadas por el dolor y la pérdida. En una humilde vivienda del barrio Lídice, estos seres coinciden el día del cumpleaños de Dayana, la menor, apenas una adolescente, pero que también ha visto su sangre correr; y un fiero debate de sentimientos se desprende entre la celebración y el recuerdo. Es una ficción armada con trocitos de realidad.
“¡Indiferencia!” grita Meche, y allí radica el tratado de la pieza. La obra no pretende ser solución, ni panacea contra una realidad insoslayable, al fin y al cabo, las víctimas han devenido en solo cifras, estadísticas a las que nos hemos acostumbrado, y que leemos incluso ya sin asombrarnos. La obra, es más bien, un acercamiento a lo más profundo de ese dolor incrustado, una aproximación desgarradoramente humana y vital que revienta cualquier indiferencia. El aroma de esos jazmines penetra la carne para remover el alma.
La puesta en escena de Carreño conjuga el realismo de la pieza y la poética de la imagen con acertado equilibrio, y con la fortuna de no acercarse a un malogrado melodrama. Gladys Prince, encabezando el elenco, nos ofrece una Meche inolvidable, conmovedora, íntegra. Omaira Abinadé, Rossana Hernández, Patricia Fuzco, Indira Jiménez y Tatiana Mabo, desarrollan sus roles con laudable compromiso y entraña, dejando firme la impronta de cada una de sus historias, y el espectador, al dejar la sala, no puede menos que afirmar: ¡Gracias por la esperanza!
 
Columna publicada el 17/09/2013 en el diario El Nuevo País

"Improvisto"

 
 
 
 
Una vez que han oído el título y el género, son pocos los segundos que tiene el elenco para armar la representación.
 
 
 
 
“Improvisto” cumplió la mayoría de edad. Ya ha llegado a su temporada número 18, sumando casi 700 funciones a lo largo de 08 años. Y se espera que la cuenta continue. Éste es un espectáculo teatral de la agrupación Akeké Circo Teatro que haciendo honor a su nombre, se basa en la improvisación. Jorge Parra (alias Domingo Mondongo) con su característico cabello verde es el director de la pieza nacida de su experiencia como actor circense y de unos talleres que impartiera hace ya varios años en el Celarg.
 
Cada función de “Improvisto” es diferente. El público, antes de entrar a la sala, recibe un papelito donde anota un título para la obra. Éstos se juntan en un sombrero y, luego en el escenario, un presentador selecciona a azar uno de los títulos, el cual será representado además en un género específico también elegido al azar (musical, telenovela, película de terror, película de acción, cuento de hadas, relato y acción). A partir de ambas premisas, los actores -vestidos solo con coloridas bragas-  desarrollan historias en donde el humor, la viveza, la creatividad, y la conexión con el público son fundamentales. Una vez que han oído el título y el género, son pocos los segundos que tiene el elenco para armar la representación, salir al escenario, y presentar una idea con personajes, trama, conflicto y final; echando mano además de toda la técnica que puedan tener pues hay que conjugar baile, canto, acrobacias, expresión corporal, trabajo de voces. Sin duda, una experiencia que cualquier actor disfrutaría con fruición.
 
La dinámica recuerda un show televisivo de origen británico, pero popularizada en su versión americana, llamado “Whose line is it anyway?” conducido por el comediante Drew Carrie y por el que pasaron estrellas como Robin Williams, Whoppi Goldberg, o David Hasselhoff. A lo largo de sus ocho años, “Ïmprovisto” ha recibido también la visita en sus filas de invitados especiales como Laureano Márquez, Reuben Morales, Emilio Lovera, Wilmer Machado “Coquito”, Guillermo García, la recordada Lourdes Valera, y María Alejandra Martín, entre otros, quienes han aceptado el juego y se han puesto su braga.
 
Para esta temporada, que se extenderá hasta el 15 de septiembre en Teatrex, son los locutores de La Mega 107.3 FM quienes se sumarán a este desenfreno escénico. ¡Es tiempo de jugar!
 
Columna publicada el 10/09/2013 en el diario El Nuevo País

miércoles, 11 de septiembre de 2013

"El Banquete Infinito"


Tres elementos conforman el espacio escénico: la silla presidencial, una gran mesa repleta de manjares y la tribuna desde donde se le habla al “conglomerado”.

Que el teatro debe ser reflexivo y reflectivo es algo que asume y practica. De allí, que la escogencia de sus espectáculos pasa por la previa consideración de lo que quiere decir, expresar u objetar. Morris Merentes y su Teatro K Producciones ha asumido una postura clara en cuanto al teatro que quiere mostrar y lo confirma con su más reciente propuesta “El Banquete Infinito” estrenada el pasado viernes en la sala Rajatabla. 

Ésta es la tercera entrega de la llamada “trilogía Torrientes”, iniciada con “Weekend en Bahía” en el 2008, y “Manteca” estrenada en el 2010; en la que el joven director asumió el reto de dar a conocer las piezas más emblemáticas del dramaturgo cubano Alberto Pedro Torrientes. Alejada del panfleto, la dramaturgia del antillano es de un profundo compromiso social y en sus letras plasma la realidad de su isla natal. 

“El Banquete Infinito” es un acertadísimo relato sobre la suciedad política: un gobierno de derecha es depuesto por una insurrección izquierdista, pero no pasa mucho tiempo para que los nuevos dirigentes asuman las máculas del pasado y terminen repitiendo los vicios del jerarca depuesto. El ciclo se repite una y otra vez: los gobernantes se erigen en salvadores, comen, elucubran, mientras el pueblo sigue hambriento. 

Tres elementos conforman el espacio escénico: la silla presidencial, una gran mesa repleta de manjares y la tribuna desde donde se le habla al “conglomerado”. Y este es el espacio vital de la politiquería, estos son los elementos esenciales que definen una forma de gobierno hipócrita y adulador. Mientras afuera los tambores del hambre resuenan, adentro los dirigentes sólo teorizan, conciben soluciones, eso sí, afirmados en glotona degustación. Merentes lo tiene claro, y apunta a la correcta universalización de un texto localista, con una puesta en escena diáfana en estética y labor. 

Destaca el trabajo actoral de Jesús Hernández, quien personifica a ambos gobernantes (el depuesto y el recién ascendido) con garra y ritmo asegurado. Julio César Marcano, Varina Arraiz, Gregorio Melendez, Homero Chavez, y Cristian Ponte aportan justa dosis a la vivificación de sus roles.

La temporada se extenderá hasta el 02 de septiembre, por lo que todavía queda mucha comida por compartir ¡no debería dejar de probar bocado!

Columna publicada el 20/08/2013 en el diario El Nuevo País

"Anamnesis"

Una mujer que se ahoga, sacando la mano entre las olas, hundiéndose, desapareciendo, tendiendo la mano a otros. 


En un salón dominado por las sombras, con la pátina ineludible del tiempo, Rebeca y Devlin convergen en una intermitente lucha de palabra y silencio. Su relación es ambigua, hay entre ellos cierto juego de poder. Rebeca hace memoria, y en su devenir trae los recuerdos, oscuros, mortales, que definen su temblor actual. Ese ejercicio de rememorar, de traer al presente el pasado se le conoce como “Anamnesis”, título escogido por el grupo teatral Grado 38° para su versión de la pieza “Cenizas a las cenizas” del británico Harold Pinter (1930-2008) cuyo estreno ocupó las bustacas del Teatro San Martín el pasado viernes 09 de agosto. 

Pinter, además de celebrado poeta, director, actor y dramaturgo (Premio Nobel de Literatura 2005) también fue un abierto activista político. En su discurso de recibimiento del Nobel fustigó duramente al gobierno británico y estadounidense por la invasión a Iraq y demás abusos emprendidos. Él mismo sufrió, siendo aún un adolescente, los horrores de la II Guerra Mundial, y esas imágenes lo han perseguido durante toda su vida. De “Cenizas a las cenizas” refiere en ese mismo discurso: “Me parece que tiene lugar bajo el agua. Una mujer que se ahoga, sacando la mano entre las olas, hundiéndose, desapareciendo, tendiendo la mano a otros, pero sin encontrar a nadie, ni fuera, ni bajo el agua, encontrando sólo sombras, reflejos, flotando, una figura perdida la mujer en un paisaje que se ahoga, una mujer incapaz de escapar a un final que parecía destinado sólo a otras personas”.

La versión del grupo caraqueño, dirigida por Gregorio Milano, es rescatada por un tratamiento estético bien logrado y coherente. El espacio escénico exuda nostalgia y misterio: paredes deterioradas, cuadros antiguos con imágenes atormentadoras, sillones, y en el centro, dominando, una vieja maleta, acaso como una diminuta alegoría a la caja de pandora de la que, al abrirse, se escapan los males del mundo, de Rebeca, de Devlin. La iluminación provoca y acompaña la tensión constante, dibuja sombras y ánimos. 

La puesta en escena de Milano sosegada en su concepción, busca equilibrio en la imagen y la composición. Sobre los hombros de Marina Guedez y Ramón Goliz descansa la responsabilidad de dar vida a la pareja que dialoga y hurga. Los personajes sin embargo, no han podido romper la barrera de la palabra y el gesto aprendido, y esperan aún por ser insuflados con el aliento de un mayor y más profundo entendimiento del autor y el texto. La temporada abarcará el mes de agosto. Viernes y sábados a las 08 de la noche y domingos a las 06 de la tarde.

Columna publicada el 13/08/2013 en el diario El Nuevo País

"La Ventolera soy yo, María Cristina"

Detrás de sus caderas fogosas, alborotadas por el mambo, se esconde la estrepitosa caída de una época, de un país, y hasta de un continente. 

Culmina la edición 2013 del Festival de Teatro de Autor FESTEA, con el merecido aplauso del deber cumplido. Durante dos semanas el público caraqueño pudo presenciar decenas de propuestas escénicas de agrupaciones amateurs y hacerse una idea de los derroteros que asume nuestro teatro actualmente. 

Justamente en el marco del FESTEA, el pasado sábado 03 de agosto en la sala Doris Wells de la Casa del Artista, la gente del Teatro Universitario de la UNESR llevó a escena “La Ventolera soy yo, María Cristina” adaptación del celebrado texto original del –no menos celebrado- dramaturgo José Gabriel Nuñez. Nuñez, quien como pocos ha sabido acercarse a través de su lírica al universo femenino, presenta en este monólogo a una vedette en decadencia. Son los años 50 del siglo XX. El cabaret ha sucumbido bajo el peso de la censura, la mojigatería y la irrupción indetenible del rock ´n roll. El tiempo del resplandor de María Antonieta Pons, Meche Barba, Ninón Sevilla o la Tongolele ha pasado y en algún oscuro reducto un productor se decide por la nostalgia y organiza un “espectáculo del recuerdo”. Hasta allí va a llegar María Cristina, rumbera venezolana, con sus ropas y nostalgias gastadas a rememorar viejas glorias, a buscar su lugar en el cartel principal del show.

La puesta en escena dirigida por Nino Villezua, abre con la proyección de un documental en blanco y negro que habla del auge y posterior eclipse del cabaret y las rumberas. De artistas que llegaron a acompañar presidentes pasaron a ser fichas anónimas, siluetas olvidadas bregando por sobrevivir en locales de mala muerte. María Cristina –interpretada acá por Jennifer Ibarra- narra su pasado de esplendor y se asume como la más rutilante de las estrellas tropicales, pero al mismo tiempo, el peso de un presente vacuo la convierte en una lastimera figura. Entender a María Cristina es adentrarse en su dimensión menos evidente, dejar a un lado la simpleza de los tacones, las borlas, y el meneo de carnes, para descubrir que detrás de sus caderas fogosas, alborotadas por el mambo, se esconde la estrepitosa caída de una época, de un país, y hasta de un continente con dictaduras militares ya tambaleantes, y que además empezaba a ceder sus espacios a la transculturización. “¡Yo siempre fui demócrata, nunca fui adicta a los miitares!” Se ufana, y como una premonición lanza “¡Cuidado, porque capaz y vuelven esos militares! El discurso de la diva, es también una radiografía social. 

Al final, el público ha reído satisfecho. Esperamos con fruición desde ya, una nueva edición, la undécima, del Festival de Teatro de Autor Festea. ¡Y bien por Pathmon Producciones, sus organizadores!

Columna publicada el 06/08/2013 en el diario El Nuevo País