martes, 31 de marzo de 2015

"La casa de Bernarda Alba"




Vera, asido a los cánones trágicos incluye en la puesta un coro, que va lo mismo vestido de negro como con torsos desnudos (en el más puro guiño rajatablino).



El universo del simbolismo encuentra en  “La Casa de Bernarda Alba” -una de las piezas cumbres de Federico García Lorca- una riqueza incontestable. La trama presenta a cinco hijas, condenadas a la castidad y al encierro por la mano dura de Bernarda, una madre opresora y prisionera del qué dirán. Este clásico del teatro en español, en propuesta de la Fundación Rajatabla bajo la dirección general de Vladimir Vera, llega a su segunda temporada hasta el próximo domingo 29 de marzo en la icónica sala acuñada entre UNEARTE y el Teatro Teresa Carreño. 


La pieza es una definitiva denuncia a la represión, y toca además conceptos como la hipocresía, la marginación de la mujer, las injusticias sociales. Escrita en una  España de estricta moral, la obra desde un realismo trágico hace radiografía de una sociedad castrante, impositiva, cuestionadora del libre albedrío. La rigidez de Bernarda, su resistencia al cambio, su moral puritana, encuentra en la hija más joven, Adela, una resistencia activa que reivindicará su libertad sexual y su voz reaccionaria hasta las últimas consecuencias. En la pieza no aparecen personajes masculinos, éstos son solo sombras y su mención está íntimamente vinculada a lo negativo, a lo cuestionable, a la muerte. Y es un hombre el que precipita las pasiones en esa casa infranqueable, y el catalizador de la rebelión fatal que asume Adela. 


Vera, asido a los cánones trágicos incluye en la puesta un coro, que va lo mismo vestido de negro como con torsos desnudos (en el más puro guiño rajatablino). Cinco sillas y una mesita por todo artefacto escénico acompañan este drama de mujeres, enmarcado en un ambiente con aires vanguardistas (botas militares conviven con vestidos y dormilonas de paño) que remite pesadez. Francis Rueda, encabeza el elenco en el papel de Bernarda, y extrañamente, resulta previsible y lineal. La dilatada y encomiable trayectoria de la intérprete no consigue esta vez estremecer en un papel monolítico resuelto más por oficio que por enfrentamiento. En contraparte, Nirma Prieto luce fluida y se sabe cómoda en la piel de Poncia, criada principal de la matrona,  testigo privilegiado y opinante de lo que sucede intramuros. 


Myriam Pareja, Adriana Bustamante, Susana López (de solvente presencia en el escenario y en personaje), Graziella Mazzone, Daniela Leal, Valentina Garrido, Sandra Moncada, Mayra Santos, Sofía Santos y alumnos del Taller Nacional de Teatro completan la  plantilla actoral de esta visión clara en planteamiento e intención, pero que quizá pide un énfasis y ajuste en las  interpretaciones que haga florecer en voz y acción la poética del autor. ¡Que no es poca cosa, Lorca!

Columna publicada el 18/03/2015 en el diario El Nuevo País

"Otelo"



 Para Moreno, la trama es la historia de un demagogo, y desde ese punto de vista desarrolla la puesta en escena, atemporal en su ubicación, pero con toques estéticos de los años cincuenta.





 “Muero sin culpa”… alcanza a proclamar en su último estertor  la desdichada Desdémona, quien sucumbe ante la mano asfixiante de Otelo, su esposo. Es el clímax de una tragedia arraigada en el saber popular desde su primera representación en 1604. “Otelo” de William Shakespeare muestra el límite de la pasión humana desde distintas perspectivas: la ambición, la intriga, los celos; y bajo la dirección de Javier Moreno nos llega este clásico isabelino en una propuesta contemporánea y desgarradora. 


Desde el  08 de agosto y hasta el pasado domingo, 05 de octubre, la historia del Moro de Venecia, rasgó, con su temporada de estreno, el telón del Centro Cultural B.O.D.  para mostrar una particular propuesta de implicaciones  bélicas, políticas y  poéticas sobre una obra maestra universal. El alférez Yago, llevado por la ambición y la  envidia, urde una serie de intrigas para llevar a su General Otelo a la perdición. Incapaz de aceptar que un “negro” enarbole el liderazgo y posición que su superior ostenta en la sociedad veneciana, y resentido por no haber sido  nombrado su lugarteniente,  un Yago inescrupuloso desata en Otelo el demonio irrefrenable de los celos, haciéndole creer que su esposa, Desdémona, le es infiel.  Un fatídico crimen es el corolario fatal de su ardid.


Para Moreno, la trama es la historia de un demagogo, y desde ese punto de vista desarrolla la puesta en escena, atemporal en su ubicación, pero con toques estéticos de los años cincuenta. Con el propósito mezquino de obtener poder –el poder ¡ay, el poder!- Yago apela y excita lo peor de la naturaleza humana:  “Use usted el mecanismo lealmente conservado de una narración tradicional donde un moro por celos mató a su esposa e introdúzcalo en nuestra realidad del siglo XXI y voilá: Shakesperare sigue contando nuestras glorias y miserias…”  apunta el director, responsable también de la versión del texto. 


En una atmósfera densa, seis actores responden a la intención del director de desarrollar un trabajo escénico basado principalmente en la capacidad del elenco. Así, Antonio Delli, ofrece un Yago inobjetable, ponzoñosamente hipnótico.  William Cuao entrega un Otelo de fuerza imparable, y conmovedor cuando se le exige. La oposición afortunada entre ambos personajes, de ambas actuaciones, sostienen tensa la cuerda que el montaje atraviesa airoso. Encontramos también atención en el elenco completado por Raquel Yánez (Desdémona),  Norma Monasterios (Emilia / Brabancio), Joan Manuel Larrad (Dux / Cassio) y a Francisco Obando (Rodrigo). El siguiente mármol por donde correrá la sangre, será el del Teatro Municipal, los días 11 y 12 de octubre a las 05:00 de la tarde. 

Columna publicada el 08/10/2014 en el diario El NUevo País

"Las lágrimas se secan solas"



 En la pieza, Winehouse y Piáf se consiguen en la indefinida dimensión de la muerte y reflexionan sobre sus experiencias personales, los dolores que las forjaron, y como lidiaron con el monstruo de la fama, que no perdona y traga.
 





 El 23 de julio de 2011 la británica Amy Winehouse se sumaba al luctuoso “Club de los 27” que reúne  a una serie de músicos famosos que coinciden en una inusual circunstancia: mueren a los 27 años, y por lo general, debido al transitar constante por los caminos del exceso: drogas y alcohol ¡presentes!

Casi cincuenta años antes (1963) un cáncer hepático apagó la voz de una de las cantantes más célebres del siglo XX, ícono indiscutible de la canción francesa: Edith Piáf, de quien también se conocía sus problemas de adicción a la morfina y medicamentos. 

Ambas intérpretes marcaron la época que les tocó vivir, con su música y sus escandalosas vidas personales. Y ambas intérpretes viven en la admiración del dramaturgo y director Alexis Márquez, quién juntó a las dos divas en “Las lágrimas se secan solas”, llevada a escena en su primera  temporada desde el 8 hasta el pasado al 24 de agosto en la Sala Cabrujas de Los Palos Grandes.

En la pieza, Winehouse y Piáf se consiguen en la indefinida dimensión de la muerte y reflexionan sobre sus experiencias personales, los dolores que las forjaron, y como lidiaron con el monstruo de la fama, que no perdona y traga. El autor, al hurgar en la vida de estas cantantes – de las que se confiesa gran admirador- busca conectar al espectador con  su parte más humana para descubrir lo que está detrás de la mampara engañosa de la fama. Lejos de someter al escarnio las atribuladas vidas de estas exponentes  del “star system”, la pieza rinde homenaje a sus almas atormentadas: “Es un tributo al talento, cada palabra escrita está hecha con respeto  y admiración”, expresa el director. 

Dos sillones y una pequeña mesa dominan el centro. Varias fotografías en gran formato de las divas, borrosas, desvencijadas, cuelgan al fondo. El resto de la puesta en escena le pertenece a Indira Figueroa en el rol de Amy Winehouse, y Mariangel Hernández como Édith Piaf. Ambas intérpretes buscan con afán encarnar la pesada piel de sus referentes. Amy, no es un bocado fácil. La británica parece comerse a la actriz, dejando por fuera la sensibilidad abrasante que la identificó en vida, para dar paso a una técnica actoral correcta, pero falta de tuétano. Piáf por su parte, consigue en Mariángel un cuerpo que expresa y refleja los tormentos físicos que minaron a la francesa,  pero ciertos excesos vocales rompen la atención injustificadamente. La obra, en definitiva,  logra el cometido de erigir un sencillo homenaje a ambas cantantes. 

Columna publicada el 27/08/2014 en el diario El Nuevo País

"Bolívar Coronado"






La historia -cuyo estreno en este 2014 coincide con el centenario del Alma Llanera-  revisa algunos de los episodios fundamentales en la vida de este curioso venezolano.


En su corta vida (murió a los 39 años) usó más de seiscientos nombres -menos el propio- para publicar una ingente cantidad de artículos, poemas, historias. Quizá por esa misma compulsiva inclinación a los pseudónimos es que hoy pocos le reconocen como el autor (junto a Pedro Elías Gutiérrez) del llamado “segundo himno nacional”: el  Alma Llanera. Rafael Bolívar Coronado (Villa de Cura 1884 – Barcelona, España, 1924)  periodista y escritor fue un personaje inquietante que encuentra una zona confortable en la obra “Bolívar Coronado” original de Lupe Gehrenbek, y que bajo la dirección de Matilda Corral subió a temporada en el Espacio Plural del Trasnocho, desde el pasado 11 de julio.

La historia -cuyo estreno en este 2014 coincide con el centenario del Alma Llanera-  revisa algunos de los episodios fundamentales en la vida de este curioso venezolano. Luego de la fama alcanzada con la letra de la zarzuela es becado por Juan Vicente Gómez para irse a estudiar a Europa. Ni bien había soltado amarras el barco que lo llevaría a España, vociferó en contra del dictador venezolano y se declaró “anarquista, bolchevique y racista”. Durante su estancia en suelo español, se dedicó a escribir febrilmente y a entregar apócrifos en nombre de Daniel Mendoza,  Rafael María Baralt, Agustín Codazzi, Sor Juana Inés de La Cruz, entre muchos otros; además de publicar regularmente afilados artículos en contra del Benemérito, siempre a la sombra de pseudónimos y anagramas. Sus amores, el nacimiento y separación de su hijo, la implacable persecución a la que lo somete el Cónsul pro-gomecista Alberto Urbaneja por un lado, y  Rufino Blanco Fombona por el otro, herido en su orgullo de editor al haberle publicado obras que resultaron falsas;  se suceden en una puesta en escena longitudinal que culmina con la muerte febril del periodista y los fantasmas femeninos que adornan su cabecera. 

José Gregorio Martínez, asume el rol protagónico, y da vida a un precipitado Coronado, mostrando la intermitencia emocional del hombre curtido en la mentira y el engaño, del ficcionauta cuya vida transita una delgada línea entre la ilusión literaria y la necesidad de realidad. En esta producción del Gimnasio de Actores, lo acompañan en el elenco, además de la directora Matilde Corral, un joven reparto conformado por María Alejandra Rojas, Ana Lucía Salamanca, Teo Gutiérrez, Jorge Roig Graterol, Andreina Salazar, Saúl Mendoza y Jariana Armas; cuya pubescencia juega en contra del equilibrio y ritmo interpretativo, pero con un compromiso y seriedad promisorios. ¡Y no se deje engañar!

Columna publicada el 30/07/2014 en el diario El Nuevo País

"Adiós a Chespirito"



  Con un humor blanco, lleno de originalidad, demostró con sus personajes que podía hacerse una televisión entretenida y que proyectara valores como la amistad, la nobleza, la unión y la generosidad.





En 1929 nace en México un hombre que marcaría la historia de la televisión latinoamericana: Roberto Gómez Bolaños 'Chespirito', referente del humor en nuestro continente y el mundo. Escritor, compositor, director, actor y productor; este mero mexicano fue un artista que con su ingenio y creatividad regaló alegría a generaciones enteras, y aún continúa haciéndolo. 

Antes de adentrarse en el mundo de la actuación fue boxeador amateur y futbolista, además de estudiar la carrera de ingeniería, pero su verdadera vocación la encontró en las letras. Con un humor blanco, lleno de originalidad, demostró con sus personajes que podía hacerse una televisión entretenida y que proyectara valores como la amistad, la nobleza, la unión y la generosidad.

El mote “Chespirito” se lo dio el director cinematográfico Agustín Delgado quien  lo comparaba con el escritor Shakespeare, solo que por su baja estatura le decía que era un Shakespeare chiquito, o un “Chespirito”,  nombre con el que años más tarde sería mundialmente reconocido. El Doctor Chapatín, Chaparrón Bonaparte, El Chompiras y por supuesto, el Chapulín Colorado y el Chavo del 8, son algunos de los personajes que, sin querer queriendo, han visitado - y se han quedado- en nuestros hogares por cuatro décadas. 

La genialidad de Roberto Gómez Bolaños, también se proyectó en teatro, en obras como  “Silencio,  recámara y acción” (1964) , “Títere,” (1984) una de las obras de teatro más exitosas en México,  “11 y 12” que permaneció en cartelera por siete años (1992-1999). En el cine se inició como guionista de las reconocidas películas de Viruta y Capulina, a títulos como “Los Legionarios”, cinta dirigida por Agustín Delgado, le siguieron “Los tigres del desierto”, “Angelitos de trapecio”, “El dolor de pagar la renta”, “El Chanfle” y “Dos criados malcriados”, entre muchas más. Fue precisamente en “Dos criados malcriados” donde Roberto Gómez Bolaños actuó por primera vez para la pantalla grande, acumulando luego en su carrera alrededor de 50 películas como guionista y actor.

Hoy, brindamos homenaje a una de las figuras más sobresalientes del humor latinoamericano. Nos ponemos de pie y aplaudimos al superhéroe del chipote chillón que es más ágil que una tortuga, al niño aficionado a las tortas de jamón que vive en un barril. Hoy aplaudimos la sencillez, sensibilidad e ingenio de una vasta obra que nos hereda sonrisas eternas y que  se mantendrá viva en nuestros corazones.

¡Contaremos por siempre con tu astucia, Chespirito!

Columna publicada el 03/12/2014 en el diario El Nuevo País