martes, 31 de marzo de 2015

"Las lágrimas se secan solas"



 En la pieza, Winehouse y Piáf se consiguen en la indefinida dimensión de la muerte y reflexionan sobre sus experiencias personales, los dolores que las forjaron, y como lidiaron con el monstruo de la fama, que no perdona y traga.
 





 El 23 de julio de 2011 la británica Amy Winehouse se sumaba al luctuoso “Club de los 27” que reúne  a una serie de músicos famosos que coinciden en una inusual circunstancia: mueren a los 27 años, y por lo general, debido al transitar constante por los caminos del exceso: drogas y alcohol ¡presentes!

Casi cincuenta años antes (1963) un cáncer hepático apagó la voz de una de las cantantes más célebres del siglo XX, ícono indiscutible de la canción francesa: Edith Piáf, de quien también se conocía sus problemas de adicción a la morfina y medicamentos. 

Ambas intérpretes marcaron la época que les tocó vivir, con su música y sus escandalosas vidas personales. Y ambas intérpretes viven en la admiración del dramaturgo y director Alexis Márquez, quién juntó a las dos divas en “Las lágrimas se secan solas”, llevada a escena en su primera  temporada desde el 8 hasta el pasado al 24 de agosto en la Sala Cabrujas de Los Palos Grandes.

En la pieza, Winehouse y Piáf se consiguen en la indefinida dimensión de la muerte y reflexionan sobre sus experiencias personales, los dolores que las forjaron, y como lidiaron con el monstruo de la fama, que no perdona y traga. El autor, al hurgar en la vida de estas cantantes – de las que se confiesa gran admirador- busca conectar al espectador con  su parte más humana para descubrir lo que está detrás de la mampara engañosa de la fama. Lejos de someter al escarnio las atribuladas vidas de estas exponentes  del “star system”, la pieza rinde homenaje a sus almas atormentadas: “Es un tributo al talento, cada palabra escrita está hecha con respeto  y admiración”, expresa el director. 

Dos sillones y una pequeña mesa dominan el centro. Varias fotografías en gran formato de las divas, borrosas, desvencijadas, cuelgan al fondo. El resto de la puesta en escena le pertenece a Indira Figueroa en el rol de Amy Winehouse, y Mariangel Hernández como Édith Piaf. Ambas intérpretes buscan con afán encarnar la pesada piel de sus referentes. Amy, no es un bocado fácil. La británica parece comerse a la actriz, dejando por fuera la sensibilidad abrasante que la identificó en vida, para dar paso a una técnica actoral correcta, pero falta de tuétano. Piáf por su parte, consigue en Mariángel un cuerpo que expresa y refleja los tormentos físicos que minaron a la francesa,  pero ciertos excesos vocales rompen la atención injustificadamente. La obra, en definitiva,  logra el cometido de erigir un sencillo homenaje a ambas cantantes. 

Columna publicada el 27/08/2014 en el diario El Nuevo País

No hay comentarios:

Publicar un comentario