domingo, 27 de julio de 2014

"Callejera"



En el ínterin, asoman sus espinas el rechazo familiar, la violencia doméstica, la impotencia materna, el dedo inquisidor de los otros.

Su corta vida fue un acto de rebeldía, incluso de venganza. En la calle consiguió la libertad y el afecto que no tuvo en casa. Perla era su nombre, no de pila, sino por elección. “Callejera”, escrita y protagonizada por Luis Vicente González, bajo la dirección general de Carlos Díaz; es un monólogo que reflexiona sobre la tolerancia, que muestra las diferencias y la necesidad de aceptarlas en todos los ámbitos, familiares y sociales; que grita la perdición inevitable a la que nos conduce la intransigencia. 

Basada en una historia real sucedida en los EE.UU. la obra cuenta la experiencia de un joven liceísta que es asesinado a balazos en la fiesta colegial del día del amor y la amistad. González filtra la trama y traslada la ficción a un pueblo de pescadores venezolano. Allí, el chico – frontal y desparpajado travesti-  se enamora de un compañero de clases y le pide que sea su pareja para la celebración del 14 de febrero. El escarnio al que es sometido por el resto de los estudiantes hace que el joven decida responder a la invitación con un disparo aleccionador, en medio de la música y la algarabía. 

Perla, como se llama a sí mismo, vuelve de la muerte y en un escenario famélico cuenta su derrotero, desde el momento en que asume su homosexualidad, pasando por sus primeras experiencias, su decisión de travestirse sin complejos, el flechazo con “el chico nuevo”, hasta llegar a su fatídico final de vestido encharcado en sangre y barro. En el ínterin, asoman sus espinas el rechazo familiar, la violencia doméstica, la impotencia materna, el dedo inquisidor de los otros.

La interpretación de Luis Vicente, logra con un marcado y solvente trabajo de expresión corporal transmitir las emociones que se suceden y retoman cíclicamente, en una puesta en escena que juega con la teatralidad de lo luctuoso en acertada medida. Elementos puntuales como una poltrona,  o una bicicleta,  conectan al personaje con su pasado reciente y simbolizan espacios, anhelos, apegos: se revive el tumultuoso hogar, la confusa niñez.

“El respeto por lo diferente nos puede llevar a espacios de comunión, de igualdad, de coincidencia. A veces no somos tan diferentes como creemos y las diferencias que puede establecer una preferencia sexual es mínima ante las cercanías que como seres humanos y como venezolanos tenemos”, reflexiona el joven actor, autor y docente teatral quien busca con su propuesta sensibilizar como una forma de cultivar ciudadanía. 

Luego de esta primera temporada que hasta el pasado 20 de julio albergó la Sala 2 del CELARG, la producción espera su participación en el venidero Festival de Teatro de Occidente (Guanare, estado Portuguesa) para luego retornar a la capital y extender su rebeldía a otros escenarios ¡para que Perla pueda resucitar una y otra vez!

Columna publicada el 23/07/2014 en el diario El Nuevo País

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