Poesía y teatro, si es que acaso uno y otro no son en esencia lo mismo, se conjugan en el escenario para desnudar el alma de uno de los escritores venezolanos de mayor trascendencia en nuestra historia literaria: José Antonio Ramos Sucre. Este descendiente del Gran Mariscal de Ayacucho cargó sobre sus hombros el peso de un linaje que le imponía cubrir las expectativas que la historia patria le inoculaba desde la placenta, lo que para un niño que sólo quería jugar se convertía en una especie de pequeño infierno. De adulto, un desorden nervioso le lleva a sufrir de prolongados y dolorosos períodos de insomnio. Era común verlo deambular por las calles de su ciudad como un fantasma silencioso en las madrugadas. Su poesía resultaba avanzada para su tiempo, fue uno de los primeros venezolanos en escribir poesía en prosa. Sus escritos no podían enmarcarse dentro de una corriente específica. Hoy quizá resistan el encasillamiento de “vanguardista”. Su pensamiento percibía el entorno intelectual venezolano de su época como mediocre y conformista. Estando en Ginebra, pocos días después de cumplir cuarenta años, se suicida son una sobredosis de Veronal. Muchas décadas después su trabajo obtendría el reconocimiento que en vida no supo comprender la camada erudita de su tiempo.
Un tocayo, José Antonio Barrios, explora en “Mi vida por un sueño” el lado humano del poeta y presenta una obra de marcado lirismo imbuida de los tormentos y vivencias del cumanés. A su vez, el director Costa Palamides, toma esta pieza ganadora del Premio Único del I Concurso de Dramaturgia Breve Gilberto Pinto 2008, y le da vida con una puesta en escena de marcado carácter ritual acercando al espectador al universo de Ramos Sucre desde una superposición de planos. Con una disposición de espacio bifrontal, Palamides se hace de lo onírico, lo real, y lo espiritual para “desvestir la doble mirada del autor-actor en un reino de pesadillas fantasmales”. Cantos orientales venezolanos se funden imperceptiblemente con rasgos propios de la liturgia medieval y bizantina. Coro y Corifeo, espíritus de antepasados, metáforas hechas personaje transitan en esta producción del grupo Rajatabla que se mantendrá en su sala hasta el próximo 27 de marzo en el marco de la II Muestra de Dramaturgia Nacional y siguiendo la celebración de sus cuarenta años. ¡Que las velitas continúen encendidas!
Columna publicada en 07/03/2011 el diario "El Nuevo País"
No hay comentarios:
Publicar un comentario