En un ficticio país del tercer mundo se impone una férrea dictadura. Como en todas, la represión, el desprecio a los derechos humanos, la persecución, y la estigmatización forman parte del ejercicio del poder con una cotidianidad pasmosa. En una celda oscura y maloliente (¿puede haberlas acaso con otras características?) Paulina Escobar es torturada con crueldad, pero aún así su temple es lo suficientemente capaz de no delatar a Gerardo,su novio, editor de un periódico clandestino de fuerte oposición al régimen. Con el tiempo, el gobierno cae, y la democracia comienza su andar con paso tímido pero firme en el período de transición. Paulina y Gerardo, ya casados buscan abrirse a la vida en este país que ansía reconstruirse. Gerardo se ha convertido en un prominente abogado que encabeza una comisión investigadora de las antiguas violaciones a los derechos humanos. Una noche, por esas zancadillas del destino, en un accidente conoce al Dr. Miranda, quien lo auxilia y le lleva a casa. Una vez allí Paulina cree reconocer en la voz del visitante, el sonido de su torturador. Por haber estado vendada, la única conexión que tuvo con su agresor fue auditiva: entre los golpes y vejaciones, se erigía la voz de aquel salvaje y la melodía de “La muerte y la doncella” de Schubert, que el esbirro colocaba de fondo musical para sus atrocidades.
El título de la pieza del compositor austríaco, identifica también a una de las obras latinoamericanas más representadas en los últimos tiempos. Original del dramaturgo chileno Ariel Dorfmann, esta pieza ganadora de numerosos premios a nivel internacional, es una denuncia frontal de la tortura y una reflexión necesaria sobre la condición humana, que llega a la sala del Espacio Plural del Trasnocho, bajo la dirección de Moisés Guevara.
Estos personajes, interpretados por Antonio Delli, Claudia Nieto y Gonzalo Velutini, hilan un triángulo de conflicto en el que se ponen a prueba sus propias convicciones. Paulina, no quiere otra cosa que la venganza, aunque en su afán por lograrla pueda llegar a convertirse en aquello que odia profundamente. Gerardo, con nuevas responsabilidades, y ante el temor de lo mucho que puede perder en su nuevo status desconfía de la cordura de su mujer. Y el Dr. Miranda, sentado ahora en el banquillo de la víctima, deberá apelar a la humanidad de su agresor para salvarse.
En esta pequeña casa vive todo un país. Quizá un todo un continente. Los conceptos de justicia y deber, se acomodan a conveniencia. Siempre hay argumentos aparentemente sólidos para el oprobio. ¿Venganza o justicia? ¿Borrón y cuenta nueva? ¿Olvido? ¿Memoria?
La obra publicada originalmente en 1991, fue llevada al cine en 1994 nada más y nada menos que por Román Polansky y protagonizada por Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Wilson. Acá en el Trasnocho estará en cartelera hasta el 03 de abril.
Columna publicada el 14/03/2011 en el diario "El Nuevo País"
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