¡Espacios, espacios, espacios! Ese es uno de los clamores de nuestro teatro. Espacios para la formación, espacios para la confrontación, espacios para la reflexión, espacios para la representación. Y si hablamos de la situación hacia el interior del país, el quejido puede ser aún más profundo. Por ello, iniciativas como la I Muestra Nacional de Coproducciones que desarrolla la Compañía Nacional de Teatro y que tiene lugar en Caracas desde el pasado 10 de noviembre hasta el próximo 25, merecen atención y un espaldarazo.
Esta especie de festival teatral, trae a la capital a agrupaciones de 21 estados que, bajo el marco del programa Teatro para todos los Venezolanos, en co-producción con la CNT, materializaron sus propuestas y ahora las confrontan con el público, además de intercambiar experiencias y, por qué no, discutir sobre la salud actual de nuestro arte escénico. El Teatro Municipal, Teatro Catia, Teatro Nacional, Teatro Principal, Teatro Alberto de Paz y Mateos, Teatro Cristo Rey (en la parroquia 23 de Enero), Sala Rajatabla, Casa del Artista, Plaza Diego Ibarra y Plaza Armando Reverón, son los espacios que conforman el circuito de la muestra, todos con entrada libre.
Una oportunidad para evidenciar el constante empuje del movimiento teatral de la provincia y asomarnos a sus lenguajes, a sus inquietudes, a su visión propia del hecho escénico. Lo regional tiene sus propias realidades, se trataría pues de un teatro más cercano a sus comunidades, a sus linderos.
Entre éstos, el pasado domingo en el Teatro Catia el Taller de Artes Infantiles Garabato Motita (edo. Aragua) subió a escena la propuesta “Después de la Batalla”, bajo la autoría y dirección general de Ángel Rafael Rondón En escena tres mujeres activistas históricas de las luchas independentistas, deambulan entre los despojos del conflicto, entre cuerpos inertes, como espectros, reflexionan, gritan sus angustias ante el horror de la guerra.
Encomiable el esfuerzo de los jóvenes intérpretes (el elenco integra a actores “regulares” y actores con diversidad visual y auditiva) para asumir un texto que pretende plasmar dicha tragedia. Se haría necesario, a nivel de dirección, ajustar la dimensión dramática de la propuesta, limpiar movimientos escénicos y sustentar códigos para lograr la entera (y necesaria) comunicación con el espectador. En la puesta en escena, a medio camino entre performance y obra teatral, y que intercala proyecciones de video, resalta el cuidado en el vestuario y la iluminación.
Columna publicada el 13/11/2012 en el diario El Nuevo País
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