En los años noventa había en el famoso “Callejón de la Puñalada” de Sabana Grande –lo sé porque me lo contaron,lo juro- un antro conocido como La Funeraria, de ambiente, luces, compañía, decadencia y atractivo únicos. En una amplitud de gusto impactante se podía acompañar un trago escuchando desde Diomedes Dìaz hasta Kenny G, y para más sazón era punto de encuentro para la comunidad travesti capitalina. Este lugar, en su momento, referencia del “underground” caraqueño revive con “Las Dragas en La Funeraria” pieza original de Bruno Mateo cuyo estreno se llevó a cabo el pasado viernes 30 de noviembre de la mano de La Pandilla Teatro en la sala La Comedia (ubicada en Parque Central).
En la ficción creada por Mateo, Doña Úrsula O´nezzia, dueña del lupanar, ha muerto dejando en la incertidumbre a sus empleadas. Entre lamentos, la más joven de ellas, Diosa Calipso, encuentra una carta en la que la Doña, como última voluntad, asienta que la que prepare y ejecute el mejor show de canto regirá los destinos del local. Se inicia así, entre las “chicas”, una férrea competencia y en esta búsqueda quedan al descubierto sus interioridades, sus padecimientos, sus historias no exentas de tragedia. Propone pues el texto, en una esperada mezcla de humor y drama, un adentramiento al lado más humano de estos personajes casi farsescos, de maneras y vestimentas exageradas.
La puesta en escena, dirigida por César Rojas, se decidió por una estética cursi, abultando hasta el ridículo la imagen de las cuatro “Drag Queen” en una clara intención que apunta al divertimento. Tacones excesivos, escarcha a granel, estampados saturados, pelucas de colores, uñas interminables, dibujaron -por lo menos en lo exterior- a estos cuatro seres, “muecas de un sexo que ellos nunca serán”. Pero he aquí que el sentido ambivalente del texto se diluye en una propuesta recostada perezosamente en la “diversión” y que termina por convertir la pieza en una desaforada pasarela de travestis caricaturizados. Madame Valquiria, Bella Afrodita, Lady Selene y Diosa Calipso, no son aquí seres humanos que comparten belleza, tragedia y fortaleza, y terminan atentando en su representación con el propio “mosaico maravilloso de la condición humana y la diversidad” que autoproclama la obra en su programa de mano.
El escenario se erige en un espacio basto en el que no se sabe qué hacer, y sucumbe a movimientos escénicos inexplicables o vacíos; y en cuanto a la palabra no alcanza mayor resonancia que la risa burlesca. No es lo mismo “reírse contigo”, que reírse “de ti”. Interpretaciones dignas, respetuosas, claridad estética, conciencia del texto y de la teatralidad, ayudarán a la pieza a alejarse de una insulsez que no le merece. La temporada se extiende hasta el próximo 09 de diciembre ¡Aún hay tiempo!
Columna publicada el 04/12/2012 en el diario El Nuevo País
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