martes, 25 de octubre de 2011

"Federico, una pasión alada"

Una luna llena con el rostro de Federico fungió como único elemento escenográfico. Las escenas, ahora oníricas, ahora graciosas, ahora sentidas se sucedían en el escenario conmemorando 75 años de aquel nefasto disparo.

En la madrugada del 18 de agosto de 1936 una bala disparada por la intolerancia y la estupidez humana se tragaba la vida de unos de los autores de habla hispana más grandes del siglo XX: Federico García Lorca. Poeta, dramaturgo, músico, director, artista como pocos, con un verbo único en el que la pasión y la poesía se confunden para crear un universo repleto de personajes, historias y sentimientos sencillamente irrepetibles. Cada frase de Lorca lleva sangre y maravilla; lleva “duende” y belleza. Sus obras, comedias y tragedias, nos brindan protagonistas inmortales, potentes, prodigiosos. Y todo ese caudal fue acallado por una bala, una balita, chiquitita, diminuta en tamaño, estruendosa en alcance. Su delito: ser republicano y homosexual en los tiempos en que las fauces de la Guerra Civil Española empezaban a abrirse. Así de imbécil es el hombre, único ser racional, ¡já!

Para conmemorar esta fecha, el actor, docente y director Antonio Cuevas (paisano, para más señas, de Lorca), presentó desde el jueves 18 al domingo 21 en la Sala Doris Wells, “Federico, una pasión alada”; espectáculo que a través del recorrido por algunos de los títulos más representativos de la dramaturgia lorquiana, brindó un homenaje al poeta español, estrenando la misma noche en la que se cumplían setenta y cinco años de aquel disparo nefasto. Los treinta alumnos del taller de actuación permanente impartido por Cuevas en la Casa del Artista tuvieron con este bocado su graduación. Y no la tuvieron nada fácil.

Una luna llena con el rostro de Federico, lo que es casi un maravilloso pleonasmo, fungió como único elemento escenográfico. Las escenas, versionadas por Cuevas, se sucedían en el escenario vacío ahora oníricas, ahora graciosas, ahora sentidas, con un desempeño actoral disímil adecuado al nivel de los participantes del taller; mientras sobre el piso de madera retumbaban los tacones del cuerpo de baile de la Academia de Flamenco de Tatiana Reyna, participantes de postín en la puesta en escena.

Durante casi dos horas se intercalaron extractos de “La Casa de Bernarda Alba”, “La Zapatera Prodigiosa”, “Yerma”; “Bodas de Sangre”, “Doña Rosita la soltera”, “Romance de Don Perlimplín con Belisa en su jardín” y “Mariana Pineda”; mostrando la palabra y acción del mundo de Federico. Al final, un Lorca vestido de blanco dejaba en el público parte de sus palabras: “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”. No hizo frío, ni calor, hizo Federico ¡Alé Lorca!

Columna publicada el 23/08/2011 en el diario El Nuevo País

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