jueves, 28 de junio de 2012

"La empresa perdona un momento de locura"


Todo aquél que se enfrente al status quo es, por defecto, considerado insano. Todos tenemos un lugar y en él debemos permanecer, y así hay que pensar.

Orlando Nuñez lleva treinta años de obrero en una metalúrgica. Orlando Nuñez nunca ha faltado a su trabajo y nunca ha llegado tarde. Orlando Nuñez es la envidia de su barrio, porque dentro de la miseria, en un poco menos miserable, tiene trabajo. Orlando Nuñez en una pieza más que hace funcionar al gran monstruo de brazos metálicos que con un  sonido intermitente y constante produce riqueza, pero no para él. Pero hoy, Orlando Nuñez es un paciente en el consultorio de la psicóloga de la empresa y tiene que dar explicaciones. Sobre esta premisa gira “La empresa perdona un momento de locura”, una de las más de cien obras del prolífico Rodolfo Santana (Premio Nacional de Teatro 1970) y que ve luz  bajo la tramoya del Teatro Nacional de la mano de  Salamandra Teatro bajo la dirección de Freddy Pereyra.

El movimiento teatral de nuestra provincia, muchas veces desapercibido, casi invisible,  para los escenarios y público capitalinos, se hace presente con la visita de esta agrupación tachirense quienes se han puesto la tarea de mostrar una de las piezas más representadas del dramaturgo nacido en Guarenas.

La obra es básicamente el diálogo y las acciones que se dan entre el obrero Orlando y la psicóloga de la compañía para la que trabaja, quién busca determinar el ataque de “histeria paranoide” que sufre el empleado luego de ver cómo una de las máquinas troqueladoras cercena la mano de un aprendiz. Ante el dantesco cuadro, el anciano obrero ataca las máquinas y estalla en improperios hacia la empresa, su presidente y su junta directiva. Esto, por supuesto, es tomado como un acto de locura, ironía ex-profeso, y requiere más atención que el accidente en sí.

Una silla y un escritorio son los únicos elementos en escena, el resto es responsabilidad de los actores, quienes a lo largo de la trama van, hurgando uno-la psicóloga-, y descubriéndose el otro-Orlando-,  hasta dejar asentado que cada quién forma parte de una estructura inamovible. Todo aquél que se enfrente al status quo es, por defecto, considerado insano. Todos tenemos un lugar y en él debemos permanecer, y así hay que pensar. Es la fórmula para el sojuzgamiento, para el dominio. El final de la pieza no deja lugar a equívocos.

El personaje de Orlando es ricamente interpretado por Pereyra, expresando en su desarrollo las distintas emociones que brotan de sus evocaciones del pasado y de la tragedia y confusión del presente. Conmueve y mantiene la conexión con la obra, se desplaza con tuétano por la escena, por el texto y el escenario. La psicóloga interpretada por Nilka Vélez,, muestra, en contraste, una superficialidad que más pertenece a la actriz que al personaje, echando mano de gestos, inflexiones y posturas preconcebidas sin una exploración profunda del mismo, sólo formas que dejan a un lado su dimensión humana, que independiente de su cuestionable papel en la trama, la tiene. La puesta en escena apuesta por la fortaleza del texto, un acierto, ya que éste ha demostrado su probada solvencia.

Columna publicada el 17/04/2012 en el diario El Nuevo País

No hay comentarios:

Publicar un comentario