Aunque este espacio está principalmente dedicado a contar lo que está ocurriendo en las tablas locales, con algunos acercamientos -cuando las circunstancias así lo permiten- a la actividad teatral que se hace en el interior; en esta oportunidad voy a estirar un poco la cuerda para echar el cuento de una experiencia que desde hace unos años está alcanzando una buena cantidad de aplausos.
Por allá por tierras ibéricas, en la capital catalana para ser más exactos, la agrupación Teatro de Cerca anda desde 2005 literalmente con sus cachivaches encima, de casa en casa, llevando espectáculos teatrales a domicilio, de ahí el nombre del colectivo. El telón, los bastidores, y el escenario son sustituidos por las cortinas, el baño y el sofá de la sala, ofreciéndole a quién lo solicite una experiencia teatral de primera mano. El formato es sencillo: un par de actores o actrices representan alguna pieza especialmente escogida para apegarse a la propuesta espacial, y allí, entre relajados tragos y tertulia, rodeados de un grupo de amigos invitados por el anfitrión (generalmente se pide un mínimo de quince espectadores), se despliega esta manera única de vivir el teatro.
“La ceniza” escenificada por dos actores y “La Carcoma” interpretada por dos actrices, ambas escritas y dirigidas por Quique Culebras, fueron las primeras obras que estrenaron bajo esta modalidad hace más de un quinquenio, y aunque la agrupación tiene en su haber también piezas para escenario, no dejan de lado esta idea que tantas satisfacciones les ha dado. “Esta es la experiencia teatral más intensa de toda mi vida, aquí el público no puede engañarte, ni aunque se lo propusiera”, declaraba al diario español “La Vanguardia” Oriol Grau, uno de los actores fundadores, cuando apenas tenían unos meses de recorrido.
Experiencia escénicas similares se dan en Francia, y entiendo que en los pasados años ochenta tuvo un cierto apogeo en ciudades como Moscú y Praga. En la misma Barcelona hubo en los años cincuenta una modalidad llamada “teatro de una noche”, que se refería precisamente a eso, a teatro de una sola vez, efímero.
¿Y cuánto puede costar contratar algo así para presentarlo en la sala de uno? Pues, he aquí que no hay un caché pre-establecido. Al finalizar la función, los actores se retiran al improvisado camerino en una de las habitaciones de la casa, y el anfitrión pasa un sombrero o una bandeja a los asistentes y lo que resulte pues, resultó. ¿Funcionaría una propuesta así por estos lares?
Columna publicada el 21/02/2011 en el diario "El Nuevo País"
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