Echando un ojo a las principales páginas web nacionales dedicadas a publicar la cartelera teatral nos seguimos encontrando con un detalle que desde hace algún tiempo es, en el mundillo de las tablas, material de cháchara, discusiones, tertulias y, –las he visto- acaloradas controversias y profundas consideraciones estético-filosóficas (¡ufff!). Y es que desde un tiempo a esta parte las marquesinas titilan con espectáculos cuyo carácter o pertinencia verdaderamente teatral es motivo de discusión casi permanente. Hablamos de la evidente irrupción de esta fiebre cuya evidencia se presenta con más o menos la misma sintomatología: comedias que bien en un monólogo, o con varios actores, se aferran a una temática que gira en torno al matrimonio, a la guerra entre los sexos, al divorcio, a la viudez, a los cuernos, a los orgasmos, a los maridos, a las cuaimas ¿si me sigue por dónde van los tiros? En la mayoría de los casos, son protagonizadas por rostros bien reconocidos de la televisión, unos con una carrera teatral de probada trayectoria, otros sin más respaldo escénico que su ejercicio frente a las cámaras y en los gimnasios.
Para unos este teatro de evasión, vacío de contenido, está ganando un espacio frente al necesario teatro de arte, cuya supervivencia está cada vez más amenazada, no solo por la falta de un público verdaderamente interesado, sino por su baja rentabilidad. Está claro que para el empresario teatral privado que invierte en sala y equipos, es más inteligente asegurarse una buena taquilla antes que una buena reflexión. ¿Se le puede juzgar por ello? Otros argumentan, que como están las cosas, la gente no va querer ir al teatro a “estresarse” más de lo que la cotidianidad lo hace, que antes bien, lo que quiere es un escape, que lo hagan reír y ya. Y ante esto no faltará quién replique: ¿No se podría hacer reír con Aristófanes o Moliére? Si se tomara el arrastre que las estrellas de televisión tienen y se les monta en un obra de teatro de autor ¿no sería una oportunidad de oro? Si el teatro sigue evadiendo su responsabilidad crítica, reaccionaria, estará perdiendo su vida misma. Y si éste no es el tiempo para ser crítico, ¿cuando lo será? El tema es extenso y el espacio es corto. Mientras tanto se siguen escuchando cosas como ¿a esto se le puede llamar teatro? ¿Es un teatro pertinente para nuestros tiempos? ¿Qué puede ofrecer la contraoferta de autor que gane público masivo? ¿Quién tira la primera piedra: directores, productores, actores? Es más,¿hay alguna piedra que tirar?
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