martes, 6 de agosto de 2013

"Caricias"

 
 
 
La puesta en escena de González -quién celebra con este montaje dos décadas de actividad teatral- recibe al espectador con un aire otoñal, clásico: una paleta de marrones y ocres
 
 
Con la condena implacable de un ouroboros, el ser humano se engulle a sí mismo ante la incapacidad probada de comunicarse, de dar y recibir, de asirse a la plenitud. Siempre inconformes, siempre a la deriva, como unos neuróticos sin bozal, sucumbimos, mordemos y somos mordidos. Círculo vicioso, degradante, que el dramaturgo catalán Sergi Belbel deshila convenientemente en “Caricias” (1990) una de sus piezas más célebres, y que el Teatro del Encuentro, con la producción de Alexxey Córdova y la dirección de José Jesús González, lleva a temporada hasta el 30 de junio en el Espacio Plural del Trasnocho.
 
El texto, urbano y mordiente, presenta diez historias que exponen la precariedad de las relaciones humanas: matrimonio, hermanos, padres, hijos, amantes, amigos. El título es una ironía y un anhelo, la pieza no es tierna, no es una apología al afecto, sino al grito desesperado de los personajes por encontrar, precisamente, esa caricia faltante, ese abrazo que nunca llega en una sociedad deshumanizada marcada por la soledad.
 
La puesta en escena de González -quién celebra con este montaje dos décadas de actividad teatral- recibe al espectador con un aire otoñal, clásico: una paleta de marrones y ocres, hojas secas, paraguas, marcos colgantes, maderas, brindan una atmósfera limpia, preciosista. Y es en este marco bucólico, con seres de maneras apolíneas y vestimentas perfectas, como preparados para una gran foto familiar, que irrumpe la violencia, el desespero. No se compagina la sobriedad de sus apariencias con el torbellino que subyace puertas y pecho adentro. Pero es precisamente esa falsedad de formas la que propone la reflexión a través de la crudeza del contraste. Temas como la agresión doméstica, el incesto, la homosexualidad, la miseria, la incomunicación, el rencor, la senilidad, van emergiendo sin respiro. Si bien la propuesta escénica aminora con cierto conservadurismo la mordacidad del autor español, consigue reacción y propósito.
 
Ver los nombres de Virginia Urdaneta, José Torres, José Romero, Marco Alcalá, Alexander Rivera, Arlette Torres, Alexander Solórzano, Loly Sánchez, Ana María Paredes, Mariú Favaro y el debutante Grouber Materán, da cuenta de una afortunada conjunción de experiencia y juventud en el elenco. Las interpretaciones, en general, son diligentes y logran acercar al espectador a la rudeza de los planteamientos. Es, pues, una buena apuesta por el teatro espejo, ese al que muchas veces le huimos, ¡por algo será!
 
Columna publicada el 11/06:2013 en el diario El Nuevo País

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