martes, 17 de julio de 2012

“Las amargas lágrimas de Petra Von Kant”


¿Somos amados por lo que somos o por lo que ofrecemos? ¿Amamos o poseemos? Este drama interno, común, silencioso se repite en cada uno de los que vociferan su caída ante las tormentas del sentimiento. Como Petra, Petra Von Kant, una exitosa diseñadora de modas que tiene todo lo que materialmente podría desear. En su lujoso apartamento vive sola, divorciada, bueno, sola no, con Marlene, su asistente, aunque más cercana a una esclava, que durante toda la vida le ha servido, en silencio, literalmente, con un mutismo impuesto, masoquista. Un día la buena amiga Sidoney le presenta a Karin, aspirante a modelo. Y Petra sin proponérselo se enamora. Entre las dos se florece un romance tórrido, indetenible. Petra lleva a Karin de su origen humilde a las mieles de una supermodelo. Hasta que Karin regresa con su esposo, abandonando a Petra y a ésta  se le derrumba su castillo de naipes y llora. Llora “Las amargas lágrimas de Petra Von Kant” obra del alemán Rainer  W. Fassbinder, que el Teatro del Contrajuego, bajo la dirección de Orlando Arocha llevó a temporada en la Sala 2 del CELARG hasta el pasado domingo 13. 

Esta pieza es un drama oscuro, de tintes autobiográficos (se dice que el propio autor sería Petra y Karin representa al actor Gunther Kauffman de quién Fassbinder se enamoró, pero nunca logró que dejara a su mujer por él) que  descubre el juego de dominación, servilismo y dependencia en las relaciones humanas. Petra usa su posición para imantar afectos, pero la trampa es que sufre ante la incertidumbre de no saber si se le quiere por ella misma o por lo que da en exceso. Un estrecho vínculo entre las relaciones humanas y el ejercicio del poder a través de la manipulación.

 La puesta en escena de Arocha impuso sus códigos con claridad: todos los personajes, originalmente femeninos, son interpretados por hombres, actores trasvestidos,  a excepción de la silente Marlene (interpretada conmovedoramente por Diana Peñalver, pero vestida de hombre) dejando ver que la desilusión, la traición, los sentimientos, son humanos, no responden a sexos. El tono de tragicomedia impuesto se devela intermitentemente en la pieza yendo de lo sublime a lo grotesco, de lo conmovedor a la farsa en una dinámica constante. La escenografía: una pasarela elevada, que deja al descubierto lo que hay debajo del glamour: tuberías de aguas negras, basura, vacío. Simbolismos permanentes.

Ricardo Nortier (Petra), Julio Bouley (Karin), Javier Figuera (Sidoney), Djibril Jassir (La madre de Petra) y Alejandro Dìaz (Gabi, hija de Petra) ofrecen una actuación convincente y entretenida de estas seis mujeres entre las que se teje una trama desconsoladora, brutal y orgánica. ¡El amor no es tan puro, después de todo!

Columna publicada el 15/05/2012 en el diario El Nuevo País

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