¿Somos
amados por lo que somos o por lo que ofrecemos? ¿Amamos o poseemos? Este drama
interno, común, silencioso se repite en cada uno de los que vociferan su caída
ante las tormentas del sentimiento. Como Petra, Petra Von Kant, una exitosa
diseñadora de modas que tiene todo lo que materialmente podría desear. En su
lujoso apartamento vive sola, divorciada, bueno, sola no, con Marlene, su
asistente, aunque más cercana a una esclava, que durante toda la vida le ha
servido, en silencio, literalmente, con un mutismo impuesto, masoquista. Un día
la buena amiga Sidoney le presenta a Karin, aspirante a modelo. Y Petra sin
proponérselo se enamora. Entre las dos se florece un romance tórrido, indetenible.
Petra lleva a Karin de su origen humilde a las mieles de una supermodelo. Hasta
que Karin regresa con su esposo, abandonando a Petra y a ésta se le derrumba su castillo de naipes y llora. Llora
“Las amargas lágrimas de Petra Von Kant” obra del alemán Rainer W. Fassbinder, que el Teatro del Contrajuego,
bajo la dirección de Orlando Arocha llevó a temporada en la Sala 2 del CELARG
hasta el pasado domingo 13.
Esta pieza es un drama oscuro, de tintes
autobiográficos (se dice que el propio autor sería Petra y Karin representa al
actor Gunther Kauffman de quién Fassbinder se enamoró, pero nunca logró que
dejara a su mujer por él) que descubre
el juego de dominación, servilismo y dependencia en las relaciones humanas.
Petra usa su posición para imantar afectos, pero la trampa es que sufre ante la
incertidumbre de no saber si se le quiere por ella misma o por lo que da en
exceso. Un estrecho vínculo entre las relaciones humanas y el ejercicio del
poder a través de la manipulación.
La puesta en escena de Arocha impuso sus
códigos con claridad: todos los personajes, originalmente femeninos, son
interpretados por hombres, actores trasvestidos, a excepción de la silente Marlene
(interpretada conmovedoramente por Diana Peñalver, pero vestida de hombre) dejando
ver que la desilusión, la traición, los sentimientos, son humanos, no responden
a sexos. El tono de tragicomedia impuesto se devela intermitentemente en la
pieza yendo de lo sublime a lo grotesco, de lo conmovedor a la farsa en una
dinámica constante. La escenografía: una pasarela elevada, que deja al
descubierto lo que hay debajo del glamour: tuberías de aguas negras, basura,
vacío. Simbolismos permanentes.
Ricardo Nortier (Petra), Julio Bouley (Karin), Javier
Figuera (Sidoney), Djibril Jassir (La madre de Petra) y Alejandro Dìaz (Gabi,
hija de Petra) ofrecen una actuación convincente y entretenida de estas seis
mujeres entre las que se teje una trama desconsoladora, brutal y orgánica. ¡El
amor no es tan puro, después de todo!
Columna publicada el 15/05/2012 en el diario El Nuevo País
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