Avaricia y lujuria. Escárbese en las entrañas del crimen y se encontrará que un mayoritario porcentaje estos actos irracionales son sazonados con uno o ambos ingredientes. Añádasele un inevitable resultado fatal y la Muerte completará un triángulo fascinante abordado por un autor no menos fascinante- Ramón del Valle Inclán (1869 - 1935)-, en la obra "Retablo de Lujuria, Avaricia y Muerte". Este trabajo publicado en 1927 reúne cinco piezas: El Embrujado, Sacrilegio, La Rosa de papel, Ligazón, y La Cabeza del Bautista; en las que el autor español se nutre del mundo mágico gallego para ambientar un desfile de personajes signados por la miseria y sometidos al influjo de sus sentimientos y al accionar de fuerzas ocultas. Amor, crimen, brujería, pasiones; todo un cocktail atractivo y enfermizo.
De esas cinco, el Centro de Producción de Actividades Alternas, tomó los últimos dos títulos para llevarlos a escena bajo la adaptación y dirección de José Luis León en cuatro funciones llevadas a cabo en el Teatro Alberto de Paz y Mateos del 30 de septiembre al 03 de octubre en el marco del proyecto Escena Nacional.
Tomando Ligazón como punto de partida, la propuesta presenta una puesta en escena que busca absorber el carácter oscurantista que se desprende del texto original, lo que queda visualmente explícito en el afortunado diseño de iluminación (responsabilidad de Gerónimo Reyes); pero cuyo sentido se pierde a lo largo de la pieza por una interpretación actoral sin sustancia y con evidentes problemas de volumen y dicción. Si quién está sentado en la butaca tiene que hacer un esfuerzo para poder seguir el hilo de lo que se dice en escena, pues la atención esperada se diluye, se esfuma. Si se está representando un autor como Valle-Inclán, cuyo estilo literario no nos es inmediato, pues la incomprensión de lo que pasa en escena aumenta exponencialmente para el intrigado espectador. Así, la magia escénica sucumbe y el teatro muere en su esencia comunicacional durante una hora.
Algunos aciertos plásticos, sí: una hermosa utilización de sombras chinescas, unos títeres visualmente atractivos, y como ya mencionamos antes, una iluminación estéticamente clara.
Queda por ver, en futuras temporadas, si el elenco conformado por Yurahy Castro, Laura Meza, Trino Rojas, Nohelia Rojas y Francisco Díaz (de todos quizá el que más jugaba a buscar algo en la interpretación) logra la profundización requerida en cada unos de los personajes y la comprensión necesaria a un texto y a un autor de este tamiz. La dirección también debe entender que si el mensaje no llega más allá del proscenio, no sólo en lo que se dice sino en lo que se plantea escénicamente, no hay obra. ¡Así son las cosas!
Columna publicada el 05/10/2010 en el diario "El Nuevo País"