En el bullicio de ese laberinto de concreto modernamente llamado “mall”, ríos de humanas hormigas van y vienen, cargadas con sendos paquetes o esperanzas de paquetes, a veces mayores a su propio peso. Es el centro de encuentro del milenio, el nuevo “corral de comedias”. Es un establecimiento de lo más democrático: todos pueden entrar sin distingo, unos a concretar sus apetencias, otros a solo soñar con aquello que tal vez algún día tendrán. Hay para quienes es un altar maligno al consumismo (pero al que por cierto hay que ir, con bastante frecuencia y sacrificio, a exculpar los pecados de la recién adquirida bonanza). Para otros representa la alternativa menos insegura para distraerse en una ciudad en la que la sangre derrumba tantos cerros como los aguaceros.
Y he aquí que deambulando en este monstruo de mil cabezas, irrumpe el oasis, sin aviso y sin protesto, arrastrándome como el humo con dedos que sale de las tortas de comiquitas: la exposición “Una huella en el teatro venezolano” llega a los espacios del Sambil Valencia para mostrar un retrospectiva muy particular de nuestras tablas a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Esta exposición itinerante, la primera que se hace sobre el teatro nacional, se inauguró en el 2008 en los Espacios Cálidos del antiguo Ateneo de Caracas y parte de una iniciativa del Espacio Anna Frank. Desde entonces su periplo le ha llevado a importantes espacios públicos y privados, en los que ha abierto sus cinco baúles -cada uno representando un período histórico y en alusión a como viajaban los primeros teatreros ambulantes- para dejar saltar de sus entrañas fotografías, biografías, programas de mano, afiches, muestras hemerográficas, piezas de vestuario y escenografía, reseñas críticas, y biografías de los más importantes hombres y mujeres responsables en la evolución de nuestro arte escénico. La curaduría, respaldada por tres años de ardua investigación documental, subraya el importante papel que la comunidad judía ha tenido en nuestra historia teatral; y en un esfuerzo por resaltar los valores de diversidad e inclusión que definen ese devenir, junta a la par y en un mismo escenario a actores, actrices, directores, dramaturgos, docentes y demás “cómicos de la legua”, tanto venezolanos como venidos allende fronteras adoptados sin esfuerzo por la calidez del aplauso criollo.
Este trabajo museográfico, convertido también en un libro homónimo, seguirá su viaje, pero si se tiene ganas de un respiro, es una excusa perfecta para soltar las bolsas unos minutos y abstraerse. ¡Verá que pronto y sin darse cuenta, dejará de oír el hormigueo!
Este trabajo museográfico, convertido también en un libro homónimo, seguirá su viaje, pero si se tiene ganas de un respiro, es una excusa perfecta para soltar las bolsas unos minutos y abstraerse. ¡Verá que pronto y sin darse cuenta, dejará de oír el hormigueo!
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