El “Bicentenario” es el tema del momento y no es para menos. Dejando a un lado las pasiones políticas que de lado y lado pujan por arroparse con la interpretación de esta fecha que más se ajuste a sus gustos e intereses; lo cierto es que alcanzamos una celebración histórica. Como es de esperarse, desde hace rato vienen rodando por ahí representaciones teatrales alusivas a esta fecha patria. Por ejemplo, la pieza “Bicentenario 200” a cargo de la agrupación “Teatro Itinerante” ha estado girando en diversos espacios públicos de la capital, mostrando una representación de los hechos reales que aquel 19 de abril de 1810 azuzaban las todavía descongestionadas calles del centro de Caracas. Calles éstas que además de albergar las manifestaciones políticas de la sociedad colonial servían también de escenario para las representaciones teatrales de la época.
Por aquellos años la actividad teatral estaba fuertemente signada por rasgos políticos y religiosos; era practicamente un instrumento ideológico del poder, de ostentación de las clases altas y de evangelización de la iglesia. Aunque en las plazas se reunían las distintas clases sociales a disfrutar de los espectáculos, la organización de éstos la compartian las grandes familias y los militares: los pardos actuaban y de los comandantes salían las iniciativas. Por supuesto, al no existir los medios de entretenimiento actuales, el teatro se erigía como el esparcimiento por excelencia, y convocaba grandes cantidades de público.
El Teatro Coliseo fue el primero construido en Caracas, hecho que hay que agradecerle al Gobernador Manuel González de Navarra quién lo pagó de su propio bolsillo, y estaba situado entre las esquinas de Conde y Carmelitas. Tenía un aforo de 1500 personas, la entrada costaba un real y si quería una silla, pues vaya y pague otro real. En sus instalaciones actuó la primera actriz venezolana de que se tiene conocimiento: Ana María Pinelo, nativa de La Guaira. Las funciones eran a las ocho de la noche (igual que hoy, mire usted) y regían para la época ciertas normas inquebrantables: hacia 1793 se establece la separación en el patio entre hombres y mujeres, luego el Ayuntamiento en 1798 dicta que nadie podrá usar sombrero durante la representación. Tampoco se podía gritar durante la función, y mucho menos a los actores, asi se equivocaran. En los palcos, de uso exclusivo para los mantuanos, la cosa era más relajada, pudiendo juntarse hombres y mujeres, y quedarse con su sombrero puesto si les daba la gana. Luego del 19 de abril los patriotas asumieron el control de las actividades teatrales.
El Teatro Coliseo fue destruido por el terremoto de 1812 y quedaron suspendidas sus actividades durante la Guerra de Independencia. En lo sucesivo las representaciones dramáticas fueron en cierta medida sustituidas por actos cívicos y políticos. ¡Me suena, me suena!
Columna publicada el 20/04/2010 en el diario "El Nuevo País"
No hay comentarios:
Publicar un comentario