Personajes esperpénticos, seres del bajo mundo, miseria, desamparo, el folcklore y lo mágico-religioso, la corrupción moral, social y política: he aquí parte del microuniverso que en la dramaturgia de Román Chalbaud busca su Bing Bang para explotarnos en el rostro una crítica que nos saque del letargo. Desde sus primeras entregas por allá por los años cincuenta Chalbaud mostró su preocupación por una palabra y una escena que reflejara la problemática venezolana, convirtiéndose, junto a José Ignacio Cabrujas e Isaac Chocrón, en eje fundamental de nuestro teatro contemporáneo.
“Sagrado y obsceno”, “Caín adolescente”, “Los Ángeles terribles”, “La quema de Judas”, entre otras, nos han ido dejando personajes transgresores que luchan por abrirse paso en una sociedad que los ha engendrado en desventaja. “El pez que fuma” estrenada en 1968 y llevada al cine en 1977 por el mismo autor, es uno de esos títulos insalvables dentro de nuestra dramaturgia; y cuarenta años después de su estreno vuelve a las tablas para ser el Montaje Profesional de los graduandos de la próxima promoción de la UNEARTES Teatro bajo la dirección general de Dairo Piñeres.
Un bien concebido espacio escenográfico bifrontal sirve para recrear el famoso burdel en el que prostitutas, chulos, lisiados, ex convictos y vendedores de poca monta hurgan una trama en la que se devela la lucha por el poder que pasa de mano en mano, sin mayores méritos. En su origen, no era difícil inferir este decaído prostíbulo como la metáfora de un país acostumbrado a que lo desangren, y cuarenta años después, la vigencia de la pieza es innegable. Dolorosamente innegable.
Una correcta puesta en escena, de oficio, con una sobria iluminación y matizada por los acordes de Héctor Lavoe abona el terreno para que los futuros Licenciados desarrollen las habilidades escénicas que han adquirido durante el periplo académico. En este apartado habría que fortalecer esfuerzos para alejar la interpretación actoral de la resolución externa e inmediata, volverla más orgánica, lo que contribuiría a limpiarla de la innecesaria presencia de clichés. Vale destacar el buen trabajo vocal del conjunto, aunque el personaje de La Argentina deberá ajustar la dicción y el acento, ¿viste?
José G. Algara, Luis A. Ramirez, Adriana Galíndez, Dayana Caro, Theylor Plaza, Lismar Ramirez y Sirgalyn Carrasquel, junto con un grupo de actores invitados, conforman el elenco del “El pez que fuma” cuya temporada se extenderá hasta el próximo 26 de julio en la Sala Rajatabla. La entrada es libre.
Un bien concebido espacio escenográfico bifrontal sirve para recrear el famoso burdel en el que prostitutas, chulos, lisiados, ex convictos y vendedores de poca monta hurgan una trama en la que se devela la lucha por el poder que pasa de mano en mano, sin mayores méritos. En su origen, no era difícil inferir este decaído prostíbulo como la metáfora de un país acostumbrado a que lo desangren, y cuarenta años después, la vigencia de la pieza es innegable. Dolorosamente innegable.
Una correcta puesta en escena, de oficio, con una sobria iluminación y matizada por los acordes de Héctor Lavoe abona el terreno para que los futuros Licenciados desarrollen las habilidades escénicas que han adquirido durante el periplo académico. En este apartado habría que fortalecer esfuerzos para alejar la interpretación actoral de la resolución externa e inmediata, volverla más orgánica, lo que contribuiría a limpiarla de la innecesaria presencia de clichés. Vale destacar el buen trabajo vocal del conjunto, aunque el personaje de La Argentina deberá ajustar la dicción y el acento, ¿viste?
José G. Algara, Luis A. Ramirez, Adriana Galíndez, Dayana Caro, Theylor Plaza, Lismar Ramirez y Sirgalyn Carrasquel, junto con un grupo de actores invitados, conforman el elenco del “El pez que fuma” cuya temporada se extenderá hasta el próximo 26 de julio en la Sala Rajatabla. La entrada es libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario