jueves, 28 de junio de 2012

Un adiós a Lourdes Valera


El telón nuevamente se ha cerrado en un luto doloroso, la cámara se ha apagado,  y al igual  que todos los que la conocimos –mucho o poco-  y admiramos profundamente; se dejan arropar por un silencio respetuoso que se extiende al estudio de grabación, al set de filmación, al escenario. El pasado miércoles  sucumbió víctima de un cáncer de pulmón, contra el que luchó con toda entereza, la actriz Lourdes Valera (1963-2012), a quién dedicamos estas líneas.

Egresada en Comunicación Social de la UCV, inició su carrera artística en el teatro infantil con la Compañía de Lily Álvarez Sierra a los once años. A los dieciséis entraría a trabajar en Radio Caracas en el programa “El niño de papel” de Carlos Villagrán (el conocido Kico de El Chavo), luego pasaría a  “Radio Rochela”, programa ícono de nuestra televisión, y allí se consolidaría como una gran comediante, sin abandonar nunca su accionar en las tablas de las que decía eran su pasión mayor pues sólo en el teatro podía establecer relación con el público, percibirlo, recibirlo,  y retroalimentarse de su energía.

Su consagración en la telenovela le llegó con su participación en  “Leonela” y a partir de allí se afianzó también en el género dramático, demostrando ser una artista integral y versátil. La Vida Entera, Ciudad Bendita, Cosita Rica, Guerra de Mujeres, Amantes de Luna Llena, El País de Las Mujeres, Contra Viento y Marea, Cruz de Nadie, Las Dos Dianas, Señora, Cristal, Topacio; se cuentan entre las muchas producciones -que son hoy clásicos de la televisión- en las que demostró su talento. En el cine: Patas Arriba (recientemente en cartelera), Taita Boves, El Enemigo, 13 Segundos, Rosa de Francia, Desnudo con Naranjas. En todas conmovió, divirtió, profundizó.

La última vez que tuvimos ocasión de verla en las tablas fue en “A 2,50 la cuba libre” reseñada en este espacio, y en esa oportunidad describíamos su actuación en la pieza de Ibrahim Guerra como “soberbia y conmovedora”. En obras recientes como “Confesiones de mujeres de 30”, “Locas, trasnochadas y melancólicas”, también desplegó su enorme entrega al oficio, el cual ejercía con inamovible disciplina, responsabilidad y puntualidad.  En 1993 se casó con el cineasta Luis Alberto Lamata, “el príncipe con el que soñaba, pero que no llegó a caballo, sino con una cámara de cine encima” y con el que compartió casi dos décadas de vida y profesión.Cada vez que me monto en el escenario, siento que estoy jugando y es rico que me dejen jugar a esta edad”, decía.  ¡Aplausos, aplausos eternos para la eterna Lulú!

Columna publicada el 08/05/2012 en el diario El Nuevo País

"Día Internacional de la Danza 2012"


El pasado domingo 29 se  celebró el Día Internacional de la Danza, instaurado en 1982 por la UNESCO  en conmemoración del natalicio del coreógrafo francés Jean Georges Noverre, nacido el 29 de abril de 1727, quién fue el más grande coreógrafo de su época, y a quien se le considera  el creador del ballet moderno o neoclásico. En pleno auge de la Ópera de París en el siglo XVIII, Noverre desafió las formas establecidas en el ballet caracterizadas por el hieratismo. En contraposición  abogó por la naturalidad del intérprete, por una danza más viva y expresiva que técnica y virtuosa. Para el también bailarín y profesor de ballet, el arte dancístico debía tener una progresión dramática, al estilo del teatro, por lo tanto tendría que tener  la secuencia  “exposición – nudo - desenlace”, es decir, una narración secuencial. Hablaba Noverre, contemporáneo con el gran actor inglés David Garrick, que el espectador al presenciar el espectáculo de danza tendría que ser conmovido tal y como lograba hacerlo el afamado actor trágico a través de su gestualidad y la expresividad de sus formas. Y más aún, Noverre planteaba que el bailarín debía ser una persona culta, instruida en poesía, pintura, música e incluso anatomía, al fin y al cabo, el bailarín trabaja con su propio cuerpo. Con Noverre se inicia el llamado ballet romàntico

Alrededor del mundo, agrupaciones oficiales e independientes celebran el Día Internacional de la Danza ofreciendo espectáculos dancísticos  y realizando actividades abiertas como clases, conferencias, talleres. En nuestro país se programaron una serie de espectáculos conmemorativos. En la Casa del Artista, por ejemplo, la Fundación Compañía Nacional de Danza llevó a escena, con entrada libre,   piezas de su repertorio contemporáneo y tradicional, y compartió tablas con agrupaciones independientes como Tránsito Danza Integrativa, colectivo conformado por bailarines con discapacidad motora;  y Fundación Cultural Contraseña dedicada a la creación e investigación sobre las danzas tradicionales venezolanas.

“Sin Título” de Claudia Molinet, “ Cara o Cruz” de Jorge Abril, ambos coreógrafos cubanos;  “Fragmento de Zona Desconocida” de la venezolana Luz Urdaneta  y “Esta Vez” del también criollo Gustavo Gámez, además de “Hilando Fino” por el lado contemporáneo,  y manifestaciones populares como La Hamaca del edo. Carabobo,  La Jinka del edo. Guárico, el Joropo central y el Joropo oriental, y el performance “Benito el respondón” se ganaron el aplauso y el zapateo del público. ¡Felicidades a los colegas que cultivan el arte del cuerpo en movimiento!

Columna publicada el 01/05/2012 en el diario El Nuevo País

"La empresa perdona un momento de locura"


Todo aquél que se enfrente al status quo es, por defecto, considerado insano. Todos tenemos un lugar y en él debemos permanecer, y así hay que pensar.

Orlando Nuñez lleva treinta años de obrero en una metalúrgica. Orlando Nuñez nunca ha faltado a su trabajo y nunca ha llegado tarde. Orlando Nuñez es la envidia de su barrio, porque dentro de la miseria, en un poco menos miserable, tiene trabajo. Orlando Nuñez en una pieza más que hace funcionar al gran monstruo de brazos metálicos que con un  sonido intermitente y constante produce riqueza, pero no para él. Pero hoy, Orlando Nuñez es un paciente en el consultorio de la psicóloga de la empresa y tiene que dar explicaciones. Sobre esta premisa gira “La empresa perdona un momento de locura”, una de las más de cien obras del prolífico Rodolfo Santana (Premio Nacional de Teatro 1970) y que ve luz  bajo la tramoya del Teatro Nacional de la mano de  Salamandra Teatro bajo la dirección de Freddy Pereyra.

El movimiento teatral de nuestra provincia, muchas veces desapercibido, casi invisible,  para los escenarios y público capitalinos, se hace presente con la visita de esta agrupación tachirense quienes se han puesto la tarea de mostrar una de las piezas más representadas del dramaturgo nacido en Guarenas.

La obra es básicamente el diálogo y las acciones que se dan entre el obrero Orlando y la psicóloga de la compañía para la que trabaja, quién busca determinar el ataque de “histeria paranoide” que sufre el empleado luego de ver cómo una de las máquinas troqueladoras cercena la mano de un aprendiz. Ante el dantesco cuadro, el anciano obrero ataca las máquinas y estalla en improperios hacia la empresa, su presidente y su junta directiva. Esto, por supuesto, es tomado como un acto de locura, ironía ex-profeso, y requiere más atención que el accidente en sí.

Una silla y un escritorio son los únicos elementos en escena, el resto es responsabilidad de los actores, quienes a lo largo de la trama van, hurgando uno-la psicóloga-, y descubriéndose el otro-Orlando-,  hasta dejar asentado que cada quién forma parte de una estructura inamovible. Todo aquél que se enfrente al status quo es, por defecto, considerado insano. Todos tenemos un lugar y en él debemos permanecer, y así hay que pensar. Es la fórmula para el sojuzgamiento, para el dominio. El final de la pieza no deja lugar a equívocos.

El personaje de Orlando es ricamente interpretado por Pereyra, expresando en su desarrollo las distintas emociones que brotan de sus evocaciones del pasado y de la tragedia y confusión del presente. Conmueve y mantiene la conexión con la obra, se desplaza con tuétano por la escena, por el texto y el escenario. La psicóloga interpretada por Nilka Vélez,, muestra, en contraste, una superficialidad que más pertenece a la actriz que al personaje, echando mano de gestos, inflexiones y posturas preconcebidas sin una exploración profunda del mismo, sólo formas que dejan a un lado su dimensión humana, que independiente de su cuestionable papel en la trama, la tiene. La puesta en escena apuesta por la fortaleza del texto, un acierto, ya que éste ha demostrado su probada solvencia.

Columna publicada el 17/04/2012 en el diario El Nuevo País

Las Bejarano


En la convulsa Capitanía General de Venezuela los temblores de la independencia dejaban sentir sus réplicas, cada vez más fuertes, cada vez más seguido. Ya el 19 de abril y la célebre escena del balcón del Cabildo con Vicente Emparan y el Padre Madariaga de protagonistas había estallado. El 05 de julio, con el decreto final de independencia había dejado en firme sentencia nuestra separación de la corona española. Pero desde mucho antes, entre los gritos de libertad y vivas a la república que tronaban en plazas y calles, se colaba la voz de los vendedores ambulantes anunciando el postre del momento ¡La Bejarana, va la torta Bejarana! 

En la Caracas de entonces, esta torta era tan famosa que se decía que la ciudad estaba dividida entre los que la habían probado y los que no. Las reposteras: tres hermanas pardas, Mercedes, Eduviges y Belén Bejarano, quienes a la par de la lucha independentista, labraron su propia revolución, no sólo en el paladar criollo, sino en una sociedad signada por la fuerte división social.

El éxito de sus postres les había brindado una muy cómoda posición económica, hasta el punto de que pudieron “comprar” su condición de blancas al hacerse de una de las cédulas reales “Gracias al sacar”, que por mil quinientos pesos permitía a los pardos adquirir la condición, y por ende, los derechos de blancos. Las hermanas, lucían sin empachos, ante la sociedad que no paraba de cuchichear, su estatus, y hasta llegaron a llevar el “manto”, exclusivo de las mujeres de alta sociedad. Sus andanzas nutrieron nuestra historia y literatura llegando a ser inmortalizadas en géneros como la ópera “Las Bejarano” de Luis Morales Bance, o en el cuento de Antonio Arráiz “No son blancas las Bejarano”, texto del que se valió el director de Kabré Teatro, Wilfredo Tortoza, para su montaje “Las Bejarano, un sainete republicano con sabor a torta de plátano”, que celebra una nueva temporada esta vez en el Teatro Municipal.

La propuesta muestra a las tres hermanas, encarnadas por los actores -Eduardo Montero, Jean Manuel Pérez y Abilio Torres- en plena faena de elaboración de la afamada torta, y que  a la sazón del cotilleo relatan los sucesos del 05 de julio, brindando además, una referencia de la sociedad caraqueña de entonces. La recién nacida república aunque libre del yugo monárquico, aún arrastraba una larga cola de discriminaciones sociales.

Relatan las morenas, entre harina y melaza, sus esfuerzos para  elevarse legalmente a la “blancura”, la comezón encarnecida  de las mantuanas escandalizadas, la creciente oferta de pretendientes producto de su “gracia desbordante, del donaire, del gentil garbo del que hacían derroche las requete-monísimas morenas... La cintura, un anillo; la boca, un botón; el busto, la victoria de Pavía”. Con el humor como principal herramienta, en un tono altamente burlesco, el montaje desarrollado en una escenografía que recrea una cocina colonial,  expone un diálogo que viene y va, a medio camino entre receta culinaria y relato histórico con timbre de chisme, entre movimientos escénicos cruzados y una persistente frontalidad. ¡A probar la melcocha!

Columna publicada el 10-04-2012 en el diario El Nuevo País

Día Mundial del Teatro 2012


El pasado 27 de marzo se celebró una vez más el Día Mundial del Teatro, conmemoración que ya arriba a sus cincuenta años desde que fuese instaurada por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y del Instituto Internacional del Teatro (ITI) en el año 1962.

Como eje central de la celebración, el ITI le confiere a alguna personalidad vinculada al arte escénico la distinción de redactar y transmitir un mensaje dedicado al oficio más antiguo del mundo (que según afirmara el gran Lawrence Olivier, es la actuación, estimado lector,  y no el que usted está erróneamente acostumbrado a tomar como tal). Arthur Miller, Pablo Neruda, Judi Dench, Peter Brook, son algunos de los que han gozado tal privilegio. Este año la distinción de elaborar el mensaje recayó sobre el afamado actor, productor y director estadounidense de teatro, cine y televisión John Malkovich, y cómo es la tradición, se tradujo a más de veinte idiomas y se leyó en los teatros alrededor del mundo justo antes de la función de ese día.

En sus palabras  Malkovich se dirige principalmente a los intérpretes, a sus colegas, y los insta a atender el oficio haciendo hincapié en el carácter reflexivo del arte escénico. Así nos dice: “Que su trabajo sea convincente y original. Que sea profundo, conmovedor, reflexivo y único. Que nos ayude a reflejar la cuestión de lo que significa ser humano y que dicho reflejo sea guiado por el corazón, la sinceridad, el candor y la gracia. Que superen la adversidad, la censura, la pobreza y el nihilismo, algo a lo que, ciertamente, muchos de ustedes estarán obligados a afrontar. Que sean bendecidos con el talento y el rigor necesarios para enseñarles cómo late el corazón humano en toda su complejidad, así como con la humildad y curiosidad necesarias para hacer de ello la obra de su vida. Y que sea lo mejor de ustedes - ya que será lo mejor de ustedes, y aun así, se dará sólo en los momentos más singulares y breves - lo que consiga enmarcar esa que es la pregunta más básica de todas: "¿Cómo vivimos?" ¡Buena Suerte!".

Aplausos nunca sobran para tales consideraciones. La fecha debe servirnos a todos los que nos dedicamos a este oficio para una revisión tan necesaria como propicia. Autenticidad, talento no desligado del rigor, humildad, curiosidad, profundidad; virtudes que debieran signar al profesional de las tablas. Que el trabajo que hacemos no sea sino una posición sobre lo humano y frente a lo humano. Que nuestro teatro no se permita la futilidad, el hacer por hacer, el hacer mediocre e insustancial. Que desarrollemos fortaleza para no sucumbir ante la adversidad, entre ellas, el aislamiento o la censura, o la peor de todas, la autocensura. ¡Que seamos dignos de llamarnos teatreros!

Columna publicada el 03/04/2012 en el diario El Nuevo País