miércoles, 29 de mayo de 2013

"Un Enemigo del Pueblo"

Punzantes y vigentes reflexiones saltan exprofeso: “¿Realmente las mayorías siempre tienen la razón?”.
 
 
“Democracia, poder y dignidad”. Con estas tres palabras el Grupo Teatral Emergente de Caracas, bajo la dirección de Jesús Delgado, define el leivmotiv para su propuesta del clásico universal “Un Enemigo del Pueblo” del noruego Henrik Ibsen, cuyo estreno se llevó a cabo el pasado viernes 24 en la Sala Cabrujas de Los Palos Grandes.
 
La obra, escrita en 1882, es uno de los puntales del drama realista moderno y en ella el autor expone los vicios de una sociedad moralmente débil, poco ética, y sometida a un poder manipulador y mentiroso. El reconocido y apreciado Dr. Stockman ha descubierto que las aguas del balneario, principal fuente de ingresos de su ciudad natal, están contaminadas. Ingenuamente, e idealista como es, decide publicar su hallazgo con el apoyo de la mayoría. Pero, ante la posibilidad arriesgar ese sustento económico, termina no sólo abandonado, sino que la entera sociedad, inicialmente a su favor, se vuelve ferozmente en su contra. Cuando decide decir lo que nadie quiere oír, se convierte en un encarnizado enemigo. Su propio hermano, el Alcalde, lidera el linchamiento social movido por sus intereses políticos y la manipulación de las masas.
 
La propuesta de Delgado es clara estética y discursivamente. Juega con la presencia constante de la cloaca como entorno vital, las aguas negras como sustento. En esta ciudad, sus habitantes roen, deambulan en la oscuridad, se acomodan en la inmundicia, la venden y sacan provecho. El vestuario (Joaquín Nandez) refleja la putrefacción de los personajes: telas duras, corroídas, manchadas; y en juego con la escenografía de Elvis Chaveinte y Christian Ponte quienes idearon los elementos escenográficos a partir de tuberías de agua; imbuyen el concepto de una enorme alcantarilla, y sus habitantes, seres subterráneos, ratas… Punzantes y vigentes reflexiones saltan exprofeso: “¿Realmente las mayorías siempre tienen la razón?”.
 
Antonio Delli, protagoniza con una denodada interpretación del Dr. Stockman, comprendido en su dimensión personal y simbólica. Wilfredo Cisneros (Alcalde), Jesús Hernández (Hovstad), Jorge Dakar (Aslaksen), Carlos Clemares (Morten Kull y Claudia Nieto (Sra. Stockman) resuelven acertadamente sus roles y engranan un elenco equilibrado y seguro. Lidsay Castro (Petra, hija de Stockman) requiere aportar más voz y médula a su trabajo.
 
En definitiva, una aguda propuesta con el meritorio don de atreverse, cuestionar, y obligar a reflexionar ¡así no se quiera!
 
Columna publicada el 27/05/2013 en el diario El Nuevo País

"La Viuda Astuta"


Con cierto guiño al teatro callejero, aglutina en el escenario una troupé de actores y músicos, que desde el inicio suben los decibeles.

Rosaura es joven, hermosa, desenfadada; pero además es viuda y, como tal,  heredera de una buena fortuna. De ahí, que no le falten pretendientes, cuatro para ser exactos, todos representantes de las principales noblezas europeas. Para decidir quién es el mejor partido para  desposarse urde un plan, en compañía de su criada Marionette, que, como el género lo exige, da lugar a una cadena de enredos y confusiones risibles. Es “La Viuda Astuta”, comedia clásica del dramaturgo Carlo Goldoni, y que estrenó el pasado viernes 10 de mayo, en la sala 1 del CELARG, de la mano del Grupo Séptimo Piso bajo la dirección de Dairo Piñeres.

Esta pieza, estrenada en 1748, fue el punto de partida para las reformas que el autor quería imprimirle a la escena veneciana del siglo XVIII, y que a la postre le convirtieron en el padre de la comedia italiana moderna. Fuertemente influenciado por el comediante francés Móliere, Goldoni apostaba por valorar la estructura literaria y la comedia de “carácter”, por encima de la improvisación y el “enredo” propios de la Comedia dell´Arte. Sus personajes, aunque burlescos tienden al realismo, la máscara desaparece, y los vicios sociales quedan expuestos. Como en esta pieza, por ejemplo, en la que los pretendientes: un español, un italiano, un francés y un inglés; encarnan en sí mismos las máculas de sus respectivas nacionalidades.

Piñeres asume que la obra sigue vigente y es reflejo también de la sociedad actual, por lo que no extraña que en el planteamiento estético conjugue elementos del siglo XVIII y el XXI, inclinación además recurrente cuando ha asumido un texto clásico. La escenografía presenta tres grandes telones con sendas caricaturas; y tres mesas que al cambiar de posición, trasladan la acción a los distintos espacios: la calle, la posada, la casa principal. Con cierto guiño al teatro callejero, aglutina en el escenario una troupé de actores y músicos, que desde el inicio suben los decibeles. La puesta refleja el curtido manejo que tiene de la comedia. 
 En general, el elenco resiste los personajes, más con oficio que con creatividad. Resalta por superlativa la interpretación de Moisés Berr como Arlequín, quién muestra un personaje fresco, apoderado del escenario y que sin recurrir a exageraciones, transmite una comicidad natural y dosificada. Carlos Díaz, como Don Álvaro de Castilla, también logra desprenderse con una acertada versión del noble español. Ysabel Nieto como la viuda, se recuesta en una vacua hipergestualidad que se mantiene sin matices. Les acompañan Patricia Romero, Reinaldo Navas, Arquímedes González, Royer García, Daniel Torres, Juan Pablo García, Melissa Inojosa, y Michael Vegas.
 
Columna publicada el 14/05/2013 en el diario El Nuevo País.

"30° Aniversario del Teatro Teresa Carreño"

 
 
Desde entonces ha albergado en sus hexagonales a celebérrimas figuras mundiales de la ópera, el ballet, la música, el teatro y las artes en general.
 
Se cumplen treinta años de la inauguración de una de las infraestructuras culturales más importantes de Latinoamérica: el Complejo Teatro Teresa Carreño, verdadero ícono arquitectónico y artístico que todavía levanta aplausos por su robustez y belleza. El proyecto partió de la necesidad de ampliar la oferta cultural a un público caraqueño cada vez más ávido y, que para principios de la década de los ochenta, sólo contaba con los teatros Nacional y Municipal, los cuales pese al esfuerzo, se veían cada vez más limitados técnicamente para albergar espectáculos de gran formato.
 
Pedro Antonio Ríos Reyna (cuyo nombre identifica hoy la principal sala del complejo) para entonces presidente de la Orquesta Sinfónica Venezuela, propone la construcción de una sala de conciertos que les sirviera como sede. A principios de los 70, a través del Centro Simón Bolívar, un equipo de arquitectos liderados por Jesús Sandoval, Dietrich Kunckel y Tomás Lugo Marcano emprenden la obra decididos a dotarla de los más avanzados implementos técnicos, lumínicos y de tramoya de la época. Diez años después de iniciada su construcción, el 19 de abril de 1983, la misma Orquesta Sinfónica Venezuela con un concierto que cortaba la cinta de la segunda fase de la obra, queda firmemente inaugurada, y desde entonces ha albergado en sus hexagonales a celebérrimas figuras mundiales de la ópera, el ballet, la música, el teatro y las artes en general. La gala de este 30° aniversario a realizarse el próximo 27 y 28 de abril, unirá a las dos únicas compañías estables que nacieron –y aún se mantienen- bajo la tutela de la institución: el Ballet Teresa Carreño y el Coro de Ópera Teresa Carreño. “Doble Corchea” del insigne y recordado Vicente Nebreda, así como composiciones de Bizet, Mozart, y Verdi; un estreno a cargo del coreógrafo Héctor Sanzana, entre otros bocados, servirán para avivar el telón cumpleañero.
 
En los últimos años, varios fantasmas lo azotan en mayor o menor medida, pero fundamentales a la hora de hacer una fotografía de su actualidad. Por un lado, la merma en la infraestructura, filtraciones, falta de material, déficit de equipos, mantenimiento limitado de las instalaciones. Hace, a lo sumo un año, por ejemplo, se instaló un sistema de pantallas informativas que ya no están. Y si esta merma preocupa, más lo hace, la de la programación artística que ha ido cediendo espacios al proselitismo político. Hoy se escuchan más arengas que arias, y se ondean más banderas que programas de mano. Habrá que ver si la administración recién nombrada, se esfuerza por devolverle el brillo artístico de otrora. ¡Se ganarían el cielo!
 
Columna publicada el 16/04/2013 en el diario El Nuevo País

"Orgasmos bombardeados"

 
El público que asistió ese día, tiene absoluto e irrenunciable derecho a elegir qué quiere ver y oír.
 
 
 
La pequeña Venecia, luce cada vez más pequeña. En esta alborotada galería los aplausos se mezclan con abucheos, se vitorea y se vitupera, se lanzan flores y tomates al mismo tiempo. La obra, en la que parece haberse convertido esta tierra, se acerca peligrosamente -y mucho- a un teatro del absurdo, con diálogos sin sentido, incomunicación, distancia, desespero. Preocupa. Preocupa que llegó el día en el que el final de un espectáculo no haya sido dictado por el aplauso sino por un estallido. Preocupa que alrededor de dos mil espectadores hayan abandonado una sala, en mitad de un espectáculo, no por decisión propia, no por su hastío ante, quizás, lo pobre de la propuesta, sino obligados por bombas impositivas, dictatoriales.
Lo acontecido el pasado jueves 11 de abril, en el Aula Magna de la UCV, cuando el monólogo “Orgasmos” de Norkys Baptista, dirigido por Dairo Piñeres, fue atacado cobardemente, en plena función, por desconocidos que arrojaron bombas lacrimógenas al público, es sencillamente, inaceptable, inaguantable, desde cualquier punto de vista. La violencia jamás debe alzar la voz por encima de la ciudadanía. No se puede permitir, bajo ningún concepto, bajo ninguna bandera política, roja o amarilla, hechos de tan baja ralea. La condena de todos los hacedores artísticos debe ser total, absoluta, unánime, sin peros, sin medias tintas, sin dejar la más mínima grieta a una ínfima justificación. Desde acá, irrevocable solidaridad a todo el equipo artístico, técnico y de producción.
 
En lo personal, ciertamente no es el tipo de teatro al que apunto. En más de una ocasión, en este mismo espacio, he expresado preocupación por la masificación indetenible de ese teatro de evasión, de risa fácil, vacua. No he visto “Orgasmos”, por decisión propia, porque no es un espectáculo de mi gusto, porque no es un género que despierte mi interés. Pero el escenario es sagrado, tanto si se sube una Norkys con su divertimento, como para un Aristófanes resucitado. El público que asistió ese día, tiene absoluto e irrenunciable derecho a elegir qué quiere ver y oír. ¿Que el Aula Magna, centro cultural de la casa que vence las sombras, espacio académico privilegiado, no debería presentar espectáculos de este tipo? Podría discutirse, como plantean algunos colegas –inexplicablemente- con un halo de cierta justificación, y tal vez estemos de acuerdo en que debe privar cierto criterio en la programación de salas; pero, irreductiblemente, la discusión acá no puede desviarse a tales. El hecho indefendible, inequívoco, real, es que un espectáculo (independientemente de su valor estético o filosófico) fue atacado, ¡atacado! y esa es una escena trágica que viene a sumar oscuridad a este país escindido, a este absurdo de mal gusto que nos están empujando a representar.
 
Yo me niego. Yo me salgo del reparto. ¡Yo no quiero ese papel!
 
Columna publicada el 16/04/2013 en el diario El Nuevo País

"El hombre más aburrido del mundo"

 
Con una dosificada mezcla de evocación, realidad, ficción y humor, el texto remite al poder inextinguible de la imaginación como el arma más poderosa posible.
 
Que el teatro salvó el mundo, puede decirse, casi que literalmente. Cuando parte del planeta sufría los embates de la megalomanía hitleriana, las fuerzas aliadas al mando del Gral. Eisenhower pusieron en marcha la invasión más grande conocida en la historia militar, con el objetivo de recuperar Europa. Pero el éxito de la Operación Overlord, más allá de las tropas y los pertrechos, dependía también del engaño. Y aquí, Joan Pujol García, jugó un papel decisivo. Como doble agente suministró información falsa a los alemanes, éstos movieron sus tropas, y al desembarco aliado en Normandía lo recibió una defensa nazi debilitada. Fue el inicio del fin de la II Guerra Mundial. Pues, ese espía, catalán de nacimiento, al que mundo le debe un infinito agradecimiento, es “El Hombre más aburrido del mundo” a decir de la más reciente obra del venezolano Gustavo Ott, cuyo estreno el pasado 15 de marzo, abrió cohetes a la celebración de los veinte años del Teatro San Martín de Caracas.
 
La pieza, como ya nos tiene acostumbrado el dramaturgo, se basa en una historia real y tan cercana a nosotros que muy probablemente no la conocemos. Y es que García, luego de la victoria aliada, le hizo creer al mundo que había muerto en África, pero se refugió en Venezuela hasta su muerte en el poblado costero de Choroní en 1988. El texto de Ott, recrea las situaciones vividas por el catalán, un apasionado del teatro, enfatizando el maravilloso despliegue de inventiva que lo llevó a crear personajes e historias falsas tan verosímiles que le valieron el reconocimiento de los altos mandos militares. Con una dosificada mezcla de evocación, realidad, ficción y humor, el texto remite al poder inextinguible de la imaginación como el arma más poderosa posible, anotando además, referencias a momentos y nombres imprescindibles del teatro venezolano.
 
La puesta en escena de Luis Domingo González, escoge el tono distendido de la farsa, imprime dinamismo, y la obra -apoyada con proyecciones audiovisuales- transcurre acertadamente; si bien los elementos estéticos lucen desprolijos. José Gregorio Martínez, en el papel protagónico, logra equilibrio en el vaivén viejo-joven al que lo somete el texto, y ofrece una interpretación lúcida. Jennifer Morales, reposa su accionar en una gestualidad ampulosa y poco creativa, que se repite en los dos papeles que representa, sin lograr diferenciación. El resto del elenco, Héctor Caro, David Villegas y Leonardo Gibbs; cumplen con sus múltiples roles. Una pieza que recuerda además, la indiscutible necesidad de formar a un público teatral, pues ¡nunca se sabe cuándo se le necesitará!
 
Columna publicada el 09/04/2013 en el diario El Nuevo País